La ciencia ambiental hizo que sucediera y que décadas después el problema esté en vías de solución. Científicos británicos del Natural Environment Research Council (NERC) y el British Antarctic Survey (BAS) –Joe Farman, Brian Gardiner y Jonathan Shanklin–, dieron la alerta a través de la revista Nature en 1985. Observaron grandes pérdidas de ozono sobre la Antártida, señal de un peligroso adelgazamiento de la capa de ozono en todo el mundo.
La investigación atmosférica posterior demostró el efecto de los gases artificiales sobre la capa de ozono y las consecuencias para la salud del ser humano, ya que los rayos ultravioletas del Sol podían así penetrar la atmósfera más fácilmente. Con esta evidencia, los gobiernos de todo el mundo tomaron medidas y crearon el Protocolo de Montreal de 1987, que fue firmado el 16 de septiembre. El protocolo, junto con otros instrumentos legislativos adicionales, ha garantizado la eliminación rápida de las sustancias que agotan el ozono. Fue el primer tratado de la ONU que alcanzó ratificación universal.
Después de 32 años, el Protocolo de Montreal continúa siendo ejemplo de una acción global exitosa para abordar un problema medioambiental mundial. De acuerdo con la última Evaluación científica del agotamiento del ozono completada en 2018, partes de la capa de ozono se han recuperado a una tasa de 1-3% por década desde 2000.
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