Unas cuantas empresas, con Danone a la cabeza, ponían productos en el mercado con una publicidad engañosa que le hacían creer al público que eran más sanos y ecológicos. Se saltaban a la torera la legislación europea vigente al respecto. Unas cuantas organizaciones ecologistas, algunos consumidores y algunas empresas del sector orgánico entablamos una lucha sin cuartel, David contra Goliath, para que las autoridades pertinentes obligaran a las multinacionales a cumplir con las leyes. Al final, el movimiento “bio” ganó la batalla. Fue el gobierno Zapatero el que se puso manos a la obra y prohibió tajantemente el uso de los términos “bio”, “eco” y/u “orgánico” para anunciar productos que no estuvieran certificados como ecológicos con los avales pertinentes. Hablamos de 2006….
El Estado español llevaba años incumpliendo el Reglamento CEE núm. 2092/91 sobre la producción agraria biológica, reglamento reforzado por el 1804/99 y la Directiva 2000/13/CE relativa a la aproximación de las legislaciones de los estados miembros en materia de etiquetaje. Tampoco intervenía en la carrera de la industria alimentaria creando marcas de productos con los prefijos “bio” y “eco” para aprovecharse de un sector que no era suyo y, además, añadir confusión al asunto y perjudicar el consumo realmente “bio”. En 2001 la Comisión Europea inició el procedimiento de infracción contra el Estado español. La movilización social fue la clave del éxito. En BioCultura se recogieron miles y miles de firmas para presionar al gobierno. Ahora, ha llovido ya un poco desde todo aquello. Y firmas como Danone, por poner el ejemplo más emblemático, sacan al mercado productos bajo la marca “Las dos vacas” (con el Danone muy pequeñito para que no se vea), que ahora sí son alimentos certificados como ecológicos. Y los podemos encontrar por todas partes.
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