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Ayer, pero hace 30 años, el 23 de enero de 1989, falleció el autodesignado «surrealismo», puesto que Salvador Dalí dijo: «Yo soy el surrealismo». El famoso pintor, uno de los más importantes de la historia reciente de España, también fue conocido por sus provocaciones, su elocuencia deslenguada y por su lado oscuro y que en este caso no estaba demasiado oculto (sobre todo su proverbial avaricia, sobre la que él mismo reflexionó).

«Un ególatra, simpatizante del fascismo, pesetero, reprimido sexual, aprovechado, cobarde, falsificador, avaro, acomodado y estafador, pero también un fascinante precursor de la cultura de masas… El primer gran artista que compaginó rendimiento con la calidad», en palabras de Malcolm Otero y Santi Giménez en su libro «El club de los execrables» que le dedicaron a su tan controvertida como reverenciada figura un capítulo. De hecho, dicen: «Un señor tan genial que es absolutamente indescifrable, un personaje tan execrable como sensacional». Dalí le regaló un preservativo con semen a su padre diciéndole: «Ya no te debo nada», así se las gastaba Salvador que estaba enemistado con su progenitor que no aprobaba su relación con Gala, a la que denominada «Esa suripanta drogadicta de Rusia». Por otro lado, no es nada desconocido su amor propio y ganas infinitas de llamar la atención. Algunas frases para el recuerdo: «Las dos cosas más afortunadas que pueden acontecer a un pintor son: primero, ser español, y segundo, llamarse Dalí. Ambas han convergido en mi persona». O directamente yendo a por todas con humor (suponemos): «Me considero uno de los padres de la humanidad».

ABC Cultura


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