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Las arañas marinas, que miden en general unos pocos centímetros, se extienden por los océanos de todo el mundo, pero solo en los mares polares, donde se alcanzan temperaturas extremadamente bajas, los ejemplares se hacen gigantes y pueden superar los 70 cm. Se cree que unas 190 especies de estos arácnidos habitan en aguas antárticas.

Hasta ahora, los científicos mantenían la hipótesis de que la temperatura del oxígeno justificaba el gran tamaño de ciertos animales en el frío de la Antártida, cuyas temperaturas giran en torno a los -1,9 ºC todo el año. El metabolismo más lento de estas criaturas podría explicar su gigantismo. “Es mucho trabajo para los animales capturar oxígeno y llevarlo hasta sus células”, indica Caitlin Shishido, investigadora en el departamento de Biología de la Universidad Hawái en Manoa (EE UU).

Para Shishido, este esfuerzo es mayor para los animales grandes que para los pequeños. “Si las temperaturas frías hacen que necesites menos oxígeno, puedes crecer a un tamaño más grande”, recalca la primera autora del estudio publicado en la revista Proceedings of the Royal Society B. Para comprobarlo, el equipo de científicos, liderado por Amy Moran, viajó a la Antártida y analizó el caso de los picnogónidos, unas arañas marinas gigantes, que carecen de branquias u otros órganos respiratorios especializados como pulmones, y que respiran a través de sus largas patas.

ECOticias


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