Leticia Hidalgo se embarra la cara con bloqueador solar y camina con paso firme en un desolado predio de tupida maleza en el norte de México. Tiene 57 años y busca a su hijo desaparecido, Roy, utilizando un dron en lo que sospecha fue un «lugar de exterminio».
De frente amplia y grandes ojos cafés, Hidalgo ha ido perfeccionando sus estrategias de rastreo ante la dolorosa falta de respuestas del Estado mexicano, superado por una escalada de violencia que ha causado más de 60.000 desaparecidos, la mayor parte de ellos entre 2006 y ahora.
Roy Rivera fue secuestrado la madrugada del 11 de enero de 2011 por un comando fuertemente armado en su casa del estado de Nuevo León. Él y su hermano, ajenos al crimen organizado, trataron de encarar con un cuchillo a los hombres -algunos con uniformes policiales- mientras Hidalgo pedía auxilio por el balcón. Esa fue una de las últimas veces que actuó con inocencia. Ahora esta madre coraje es también detective.
«Nosotras vamos a entrar primero a volar el dron para encontrar los puntos de interés», dice enfática al fiscal especial de personas desaparecidas, Eduardo Saucedo, y a los policías que custodian la búsqueda en el predio del municipio Salinas Victoria (Nuevo León) de más de cuatro hectáreas.
«Vamos a crear un ortomosaico», comenta a la AFP. El ortomosaico es una especie de mapa hecho a partir de muchísimas fotografías aéreas donde se pueden medir a escala distancias, superficies o volúmenes encontrados en el terreno.
Se lo entregará a los antropólogos forenses independientes que ha adscrito a su expediente para darle validez jurídica a sus búsquedas.
Hidalgo también ha logrado que algunos peritos oficiales sean capacitados en técnicas de antropología forense.
Ella y Angélica Orozco, una voluntaria de la organización Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos(as) en Nuevo León, también saben colocar el mapa que traza el dron sobre fotografías de Google permitiendo mayores hallazgos y detalles.
AFP