“Rigoletto” se tiñe de novela negra en la inauguración de la temporada estival de la Ópera de Roma. El famoso bufón revive su maldición por primera vez en el Circo Máximo enfrentando peligrosos malhechores y protegiéndose del coronavirus.
La Ópera de Roma abrirá hoy a bombo y platillo su cartel de verano con este célebre melodrama de Giuseppe Verdi dirigido por la batuta de Daniele Gatti y con la brillante escenografía de Damiano Michieletto, ya puesta a prueba en el ensayo final.
El mundo del lenguaraz Rigoletto, interpretado por el barítono Roberto Frontali, ha cambiado, se aleja de la corte de Mantua para imbuirse en los años Setenta, en una atmósfera ciertamente hostil.
La esencia por supuesto es la misma. A fin de cuentas es el drama de un padre que trata de proteger a su amada hija Gilda (Rosa Feola) de un mundo que le maltrata por sistema por su condición de bufón cojo, cheposo y deforme.
Pero en esta propuesta sus vicisitudes transcurren entre coches y caravanas, en una vorágine fría de polígono industrial, como en una película de criminales y tipos duros.
Y el rey de todo, por tomar el término que inspiró a Víctor Hugo en el drama que luego adaptaría Verdi, “Le roi s’amuse”, es el Duque de Mantua, interpretado por el tenor peruano Iván Ayón, un “capo de capos” que derrocha hedonismo entre voluptuosas bellezas.
UNA ÓPERA A CONTRARRELOJ POR EL CORONAVIRUS
En Roma había ganas de lírica tras más de dos meses de parón por la pandemia y, por eso, una vez iniciado el regreso a la “nueva normalidad” los organizadores de la Ópera se pusieron manos a la obra para no fallar con el siempre esperado programa de verano.
Pero como no podía ser de otra manera, los tiempos mandan y las medidas para prevenir los contagios han marcado la representación.
Por ejemplo la obra tiene lugar por primera vez en el Circo Máximo, enorme explanada vestigio del estadio de los emperadores que da más espacio para separar al público que las Termas de Caracalla, donde tradicionalmente se celebra este programa al aire libre.
La producción fue ideada a contrarreloj, en solo un mes, con maratonianos ensayos en los estudios de Cinecittá. Quizá por eso el resultado no puede ser más cinematográfico.
Sobre las tablas los personajes no se acercan para evitar eventuales contagios y si tienen que compartir “atrezzo”, lo hacen con guantes.
Para ahorrarse grandes cambios de escena el director recurrió a la tecnología. En el escenario hay siempre dos cámaras (Steadicam) que muestran en una pantalla gigante en directo los pormenores de la trama. A veces da la impresión de estar viendo una serie de narcos.
Fuente: EFE