El coronavirus puede haber trastocado el aforo, pero no perturbará la intensidad del homenaje al centenario de Amália, la gran diva del fado, que acoge el Teatro Real de Madrid el próximo sábado con el propósito añadido de llevar desde Portugal una suerte de consuelo que distraiga de la pandemia.

Se trata de hacer de la necesidad virtud. La cita, el X Festival Internacional de Fado de Madrid, estaba destinada a ser la gran conmemoración en el exterior de la considerada “voz de Portugal”, que nació hace 100 años.

Si es inevitable recordar su legado en cualquier evento dedicado al fado, en esta ocasión todo giraría en torno a ella, en la misma ciudad en la que debutó en el extranjero en 1943. Con tres fadistas de primer nivel. Con exposiciones y conferencias sobre una figura imprescindible para entender la cultura y carácter lusos.

Y llegó el coronavirus, la gran contrariedad en un año ansiado que, prometen a Efe las fadistas que acudirán al Real, no afectará en lo más mínimo la intensidad y que incluso puede ofrecer algún consuelo que permita olvidar por unos minutos la pandemia.

“Será más íntimo, y eso también tiene una cierta belleza”, reflexiona Cuca Roseta, una de las intérpretes que llevará a Madrid los temas de la diva del fado, junto a Ana Moura y Fábia Rebordão.

Autora de un reciente disco homenaje a Amália, Roseta considera que es “una pena” que la conmemoración sea en un momento de pandemia, “porque realmente en un año normal sería para todos, habría espacio para todos, para que más gente pudiese vivir esta emoción tan grande”.

Cada una de las fadistas -que ponen especial cuidado en marcar su individualidad, evitando coincidir incluso para la fotografía- ofrecerá un concierto en la que se pondrá de manifiesto las distintas formas de recordar a Amália, aunque a veces haya coincidencias.

Por ejemplo, el tema “Estranha forma de vida”, destacado por Moura y por Rebordão como momentos clave de sus espectáculos; para Roseta, “Lágrima”, al piano, será lo más especial que puede avanzar.

“Si puedes, ve un poquito de cada concierto, porque es muy diferente”, recomienda Roseta.

Y aunque admiten que el contexto actual, con una segunda ola de coronavirus despuntando, puede causar alguna inquietud, defienden con vehemencia que hay que seguir con los planes en una “sala emblemática”, en palabras de Ana Moura.

“Nosotros no podemos simplemente desistir de la vida, tenemos que seguir viviendo y respetando las reglas que la organización de salud nos recomienda”, insiste la fadista.

Recién llegada de un festival de jazz en Francia en el que notó avidez entre el público por disfrutar tras meses de incertidumbre y confinamientos, afirma que ya ha visto que la taquilla del Real se está animando, y cree que responde a ese deseo de saborear de nuevo la cultura.

“Estuve en Francia y sentí que las personas estaban ávidas por escuchar música y sentir un placer que la música les puede dar. Ésa es mi expectativa (para Madrid): que las personas se sientan relacionadas con la música que tengo para ayudarles, y con el placer que les pueda dar a través de la música que canto”, explica.

Una opinión con la que coincide Rebordão, emparentada con la gran diva -su abuela materna era prima de Amália-.

“Creo que tenemos que tener consciencia de lo que está pasando y las cosas tienen que avanzar. Esperar a que pase la pandemia no resuelve las cosas”, opina.

Frente a ellas, un público en el que confían; los españoles, dice Roseta, aprecian especialmente el desgarro del fado.

“Creo que los españoles aprecian mejor que el resto del mundo el fado, porque tienen flamenco, que de una cierta forma es parecido. No en la sonoridad, pero sí en el mensaje que se pasa: es un grito del pueblo, de la cultura, de la forma más bella posible”, sostiene.

Y el próximo sábado el Real acoge tres formas diferentes del acercarse a ese grito.

Fuente:  EFE