El Guggenheim se convirtió este miércoles en el último gran museo de Nueva York en reabrir sus puertas al público, después de que las otras dos emblemáticas pinacotecas de la Gran Manzana, el Met y el MoMA, se animaron el pasado agosto a romper con el barbecho cultural impuesto por la COVID-19.
Un gran tractor custodia el exterior y da la bienvenida a los visitantes, que acceden al gran patio del museo pisando fotografías pegadas en el suelo de animales, verduras, avances técnicos y estatuas de la época clásica que forman parte de la exposición “Countryside, The Future” (Campo, el futuro), que el pasado marzo se vio bruscamente interrumpida, igual que toda la ciudad, por el cierre de las actividades no esenciales decretado por las autoridades.
En el “hall”, un letrero sobre la obligatoriedad de llevar mascarilla es uno de los pocos elementos que dentro de este templo del arte recuerdan que vivimos en la era de la pandemia, junto a la recomendación de subir de planta por las rampas y bajar por las escaleras, o las visibles mamparas de plástico frente a los mostradores de los empleados.
Quizá sea el escaso público enmascarado, sólo un 25 % del aforo habitual para garantizar el distanciamiento social, el elemento que más llama la atención sobre la nueva normalidad de las exposiciones, donde la amplitud de espacios permite también contemplarlas con una mayor intimidad.
Fuente: EFE