Mario Puzo conoció de primera mano la mísera vida de los italianos en la Nueva York de 1920, pero todo cambió cuando, asediado por las deudas, publicó “El Padrino”, la novela que le encumbró y que acabó idealizando para siempre al capo mafioso.
El escritor, de cuyo nacimiento se cumple mañana el primer centenario, contribuyó con su célebre obra y su posterior adaptación cinematográfica a construir los clichés de Cosa Nostra en Estados Unidos y de los bajos fondos del crimen organizado.
UNA INFANCIA EN LA “COCINA DEL INFIERNO”
Puzo nació el 15 de octubre de 1920 en una Nueva York que recibía a miles de italianos y europeos en busca de suerte. Sus padres eran dos inmigrantes analfabetos de la zona de Nápoles (sur) que se instalaron en Manhattan y tuvieron ocho hijos.
Su infancia no fue fácil, como la del resto de los niños inmigrantes en aquella metrópoli. En sus calles pidió limosna y realizó todo tipo de trabajos precarios pero, como suele ocurrir, el hambre afiló su ingenio y en su adolescencia era ya un experto jugador de póker.
Sin embargo aquel hijo de italianos pronto se sintió atraído por la literatura y, tras prestar servicio militar durante la II Guerra Mundial, se matriculó en la Universidad de Columbia para estudiar ciencias sociales y escritura creativa.
Enseguida empezó a publicar historias policiales por entregas en varias revistas del momento y en 1946 se casó con Erika Broske, con quien tuvo cinco hijos.
Sus dos primeras novelas, bien acogidas por la crítica, pero no por el público, fueron “Dark arena” (1955) y “The Fortunate Pilgrim” (1965), esta última sobre la una familia de “Little Italy” en los años treinta y de la que se haría una serie con Sophia Loren.
EL ÉXITO DE “EL PADRINO”
Pero Puzo no saborearía realmente las miles del éxito hasta que en 1969 publicó “El Padrino” (The Godfather) sobre la mafia italiana en Estados Unidos, acerca de sus códigos y sus guerras, creando para la posteridad el estereotipo del capo mafioso, el de Don Vito Corleone.
Lo hizo por dinero. Un agente literario le propuso la historia al conocerle en la editorial en la que trabajaba y el escritor aceptó porque las deudas por el juego le llegaban al cuello.
Así lo reconoce él mismo con “vergüenza” en las memorias “The Godfather papers & other confessions”: “Lo escribí por el dinero, tenía 45 años y estaba cansado de ser un artista. Además debía 20.000 dólares a familiares y bancos”, rememoraba.
Puzo además confesaba que no había visto a un mafioso en su vida: “Nunca conocí a un gángster, conocía bastante bien el mundo del juego, pero eso es todo”, puntualizaba.
Lo cierto es que en aquellos momentos la mafia en la Gran Manzana y sus luchas de poder empezaban ya a ser desveladas y eso le sirvió para documentarse. Basta citar el proceso al primer arrepentido de la mafia neoyorquina, Joe Valachi, quien en 1963 había dado detalles sobre las cinco familias que se disputaban el control de la ciudad.
En este contexto, en el que la opinión pública asistía asombrada al surgimiento de este tipo de crimen organizado, Puzo se puso manos a la obra y escribió “El Padrino”, su obra cumbre, con la que se hizo rico vendiendo millones de ejemplares en todo el planeta.
LA SAGA DE “EL PADRINO” ARRASA EN EL CINE
A este arrollador éxito le siguió una prometedora trilogía cinematográfica dirigida por Francis Ford Coppola, con quien Puzo se embarcó en la redacción del guión, y para la que se contó con figuras como Marlon Brando como Don Vito o Al Pacino como su hijo, Michael Corleone.
El propio Puzo se obstinó en que Brando diera vida al patriarca de la Cosa Nostra y en alguna ocasión reconoció que para crear el personaje se inspiró en la figura de su madre y en su voz, la de una autoridad de una familia numerosa en un hábitat hostil.
Las películas recibieron un aluvión de galardones premios y Puzo se alzó con dos premios Óscar por el guión de la primera y de la segunda parte.
Fuente: EFE