Guillermo Trujillo, el pintor cuyo nombre sobresale junto a los más grandes exponentes de la pintura latinoamericana contemporánea, falleció a los 91 años la noche del pasado martes, y en la memoria de quienes lo conocieron se imprime ahora no solo el vacío del ‘más renacentista de los artistas panameños’ con su propio lenguaje visual, sino, ante todo, el adiós a un maestro.
La galerista Vivian Sosa dice que Trujillo nos enseñó a ver porque era un hombre altamente instruido y su inteligencia le permitía apreciar con soltura la belleza más allá de lo evidente. Leía varios libros por semana, al punto que cuando no podía sostenerlos con sus manos porque luchaba contra un cáncer, les arrancaba las hojas para leerlas una por una. ‘Fue uno de los mejores pintores que hemos tenido en este país, aparte de formador de escuela, y nos enseñó a ver, porque era una persona sumamente inteligente, humanista, con una gran sensibilidad’, evoca Sosa, quien trabajaría con el artista unos 35 años, a través de la Galería Habitante.