Lejos quedan ya las clases de inglés tradicionales, que se centraban prioritaria y tediosamente en la adquisición de gramática y la memorización de vocabulario, verbos irregulares y phrasal verbs. En una sociedad tan apresurada, interconectada y digitalizada como la actual, las habilidades comunicativas y su aplicación en situaciones reales han cobrado el protagonismo principal. No faltan ganas, pero sí tiempo, y los avances tecnológicos en campos como la inteligencia artificial, las aplicaciones para móviles y los podcast han hecho posible un aprendizaje casi a la carta, pudiendo conectarnos donde, cuando y como mejor nos convenga. Pero ¿es el futuro exclusivamente digital?
“Vivimos en un mundo cada vez más global, tecnológico e interconectado en el que el inglés se usa como lengua franca”, sostiene Miguel Ángel López, coordinador del departamento de Idiomas y Movilidad de la Universidad Europea. La enseñanza del inglés, afirma, ha de adaptarse a ese contexto, “aprovechando las tecnologías emergentes que facilitan el aprendizaje del idioma, que tiende a darse más en aulas colaborativas y en entornos virtuales o híbridos (presencial y online)”.
Para Geoff Stead, Chief Product Officer en la plataforma de idiomas Babbel, “la principal tendencia que hay es también la que ha existido desde hace más tiempo: mezclar las habilidades humanas (las del profesor) con la tecnología. Hoy se trata de inteligencia artificial y de combinar la enseñanza en apps con la presencial, pero ayer era YouTube, Internet en clase y herramientas digitales”. Una práctica que se mezcla con la tendencia de empezar el aprendizaje del inglés a edades cada vez más tempranas e incrementar el uso del idioma como lengua vehicular en otras asignaturas, tanto en la escuela como en las universidades. Hay una mayor exposición al inglés y se abarca un lenguaje más complejo desde mucho antes.
“Con el desarrollo de programas bilingües en las distintas comunidades autónomas, el inglés ha adquirido mayor relevancia desde Educación Infantil y Primaria, lo que en principio permite una adquisición de la lengua de una forma más parecida a la lengua materna”, sostiene David Bradshaw, responsable de servicios de evaluación de Cambridge Assessment English (CAE). Edades en las que “el idioma se debe presentar de la manera más natural posible, posibilitando la socialización en un entorno de lengua extranjera” y proporcionando una experiencia más enriquecedora y una amplia gama de oportunidades para interactuar con el idioma.
La llave es siempre potenciar las destrezas comunicativas (leer, escuchar, hablar y escribir) para poder expresarse bien en el idioma que uno está aprendiendo. “No se puede aprender una destreza de forma aislada… Si queremos hablar bien inglés para poder comunicarnos en un viaje, para pedir comida, por ejemplo, no podemos practicar solo el speaking”, afirma Kate Turner, responsable de producto de ELT de Oxford University Press en España. “Hay que saber leer para interpretar la carta, escuchar para comprender al camarero y, por supuesto, hablar para poder pedir”.
Ludificación y tecnología
Una de las tendencias más extendidas en la enseñanza del inglés actual es el uso de juegos educativos, normalmente en formato digital. No solo conectan a estudiantes de todo el mundo, sino que permiten aprender el idioma de una forma más atractiva y ayudan a desarrollar habilidades como la resolución de problemas, la colaboración, la curiosidad y la perseverancia. De acuerdo con Turner, “aunque en principio pueda parecer una tendencia dirigida a los estudiantes más jóvenes, introducir este tipo de elementos en los libros o métodos de Secundaria o de adultos fomenta la motivación y el aprendizaje”, sin olvidar que este “es siempre más eficaz cuando engancha al alumno a nivel afectivo, y tenemos una respuesta emocional positiva ante lo que estamos estudiando”, apunta Bradshaw.
Por otra parte, los avances tecnológicos han supuesto una verdadera revolución en la manera en que aprendemos un idioma. El desarrollo de la inteligencia artificial (IA), por ejemplo, permite analizar el progreso de un alumno para identificar las áreas en las que tiene mayores problemas y poder así adaptar sus actividades futuras, y hará que los alumnos más destacados puedan acceder a contenidos más sofisticados y mantener así su motivación e interés. Es, en parte, como tener un tutor privado para cada estudiante, algo que antes habría sido impensable: “De esta manera, los alumnos pueden recibir retroalimentación instantánea sobre su producción oral o escrita, o practicar lo que han estudiado con ayuda de un chatbot, aunque sea solo para situaciones muy concretas”, afirma López.
Pero las aplicaciones prácticas de la tecnología no solo ayudan a los estudiantes. “La IA y el Big Data también están ayudando a los investigadores a comprender mejor el proceso de aprendizaje (…), lo que conduce a la elaboración de planes de estudios más eficaces para los diferentes tipos de alumnos, y permite un análisis mucho más exhaustivo del uso del idioma”, recuerda Bradshaw.
El acceso sencillo y universal a aplicaciones de aprendizaje de idiomas, podcastsen inglés y vídeos en YouTube o TED Talks han hecho también posible que la experiencia educativa se expanda más allá del aula. La IA posibilita la existencia de redes sociales educativas como Brainly que, con más de 150 millones de usuarios de 35 países, permite la colaboración entre estudiantes (o entre estudiantes y profesores). También el desarrollo de aplicaciones inteligentes como Write and Improve, de CAE, que puede tomar un texto escrito por el estudiante, analizarlo y calificar la redacción en base a estándares internacionales, para ofrecer un informe detallado y personalizado que incluya sugerencias de cómo mejorar.
Proyectos y clases invertidas
El crecimiento del componente tecnológico plantea también una pregunta: ¿seguirá siendo necesaria la presencia del docente? A tenor de los expertos, siempre. “El uso de las nuevas tecnologías o recursos gratuitos online también tiene su riesgo si se prescinde del profesor y los compañeros”, advierte López. “El profesor sigue siendo necesario para valorar la evolución del estudiante, para organizar team debates, para empatizar y adaptarse a las necesidades del alumno”.
La presencia física del profesor se antoja también esencial si se quiere recurrir a un aprendizaje por proyectos, otra de las tendencias que vienen pisando fuerte en los últimos años. Consiste en usar proyectos educativos “para enseñar y aplicar contenidos de forma práctica, con una finalidad que suele ser creativa”; explica Turner. “Una cápsula del tiempo, para que las personas del futuro sepan cómo es su vida ahora, permitiría a los alumnos de Primaria reflexionar sobre lo que es importante para ellos (…), además de poner en práctica vocabulario variado y usar determinadas estructuras gramaticales”. Se trata, además, de proyectos que pueden ser transversales, haciéndose en inglés pero abarcando múltiples asignaturas. Con la tendencia del aula invertida (o flipped classroom), los alumnos estudian o ven contenidos en casa (por ejemplo, un vídeo que explica cierto contenido gramatical), para luego realizar la parte práctica en el aula, con la asistencia del profesor.
Tecnología, personalización, habilidades comunicativas… Estas son las tendencias con mayor fuerza hoy. Pero, por encima de todo, debe existir un compromiso real por parte del estudiante, y el profesor tiene, más que nunca, el deber “de motivar a sus alumnos para que sigan aprendiendo. Como vivimos en una sociedad tan ajetreada, no prestamos atención igual que antes, y hay que buscar ese punto para motivar, sorprender y mantener el interés”, concluye Turner.
Fuente: El país