Pasear por la principal avenida de Montevideo, la 18 de julio, y continuar hasta la Ciudad Vieja da una clara señal de la marcada influencia del Art Decó en este lugar, que es considerado uno de los lugares en el que tuvo mayor fuerza esta arquitectura en el mundo y que sigue vigente casi un siglo después.

Se calcula que existen unas 2.000 obras, aproximadamente, que guardan relación directa o indirecta con este estilo que aterrizó en el pequeño país suramericano en 1925 y que tuvo su mayor apogeo hasta la década de los años 40.

Sin embargo, gran parte de estas obras mantiene su vigencia para mostrar a propios y extraños los atributos de la arquitectura uruguaya que se movía al ritmo de la pujante y creciente sociedad y la era industrial.

Caracterizada por la aplicación de círculos, esferas, curvas, zigzags, estilización de formas y una recurrencia a la velocidad y tecnología de la época con diseños de transatlánticos, trenes en movimientos, rascacielos, aviones, entre otros, el Art Decó se instaló en el país sudamericano de distintas maneras.

LA MIRADA DE UN EXPERTO

El presidente de la Comisión de Patrimonio de ese país, Willy Rey, explica a Efe que el Art Decó es “un verdadero sistema” en el campo del diseño que influyó desde la arquitectura, en sus más grandes dimensiones, a piezas muy pequeñas como la orfebrería, el mobiliario y diseño de papeles, entre otros.

Uno de los medios, enfatiza, que mayor influencia tuvo para la llegada del Art Decó a Uruguay fue el cine, con el diseño de escenarios, además de distintos viajes hechos por arquitectos a Europa y la Exposición de Artes Decorativas de París de 1925, pionera y precursora a nivel mundial de este estilo; hechos que, a su juicio, provocaron que este estilo “explotara”.

“Hoy forman parte importante del patrimonio del país y muchas obras de hecho tienen distintas categorías de protección, precisamente por ser muy buenas manifestaciones (…), y cuando digo buenas manifestaciones digo buenas en Montevideo, buenas en la región, buenas en América, buenas en el mundo”, afirma.

Para Rey, “es necesario un paso más” de lo que se ha llegado hasta el momento, ya que, en su opinión, existe “un debe importante” con el patrimonio del Art Decó para trabajar en él y “ponerlo en valor”.

UN RECORRIDO CON SABOR ARTÍSTICO

El casco central y la Ciudad Vieja de la capital uruguaya tal vez sean los lugares en los que se aprecia con mayor notoriedad la influencia del Art Decó, con ejemplos como la Dirección Nacional de Aduanas, un claro ejemplo de la llegada de esta tendencia a principios de los años 20.

Este recinto es considerado uno de los principales edificios en los que se evidencia la temprana vigencia del Art Decó en Uruguay.

Otra clásica estructura de la Ciudad Vieja es el edificio Artigas, un lugar en el que se denota un estilo Art Decó de mayor austeridad que, no obstante, evoca los grandes rascacielos de Estados Unidos.

El museo de uno de los artistas uruguayos de mayor renombre, Joaquín Torres-García, es uno de los tantos casos en el que se fusionan este estilo arquitectónico con la corriente del Art Nouveau con grandes vidrieras.

En plena avenida 18 de julio y frente a la plaza Independencia, se erige otra edificación imperdible que representa el arte decorativo en todas sus dimensiones: el Palacio Rinaldi.

Sus formas poliédricas, colores, líneas definidas y sus elementos formales y ornamentales señalan que la ciudad se encuentra ante una de sus obras del Art Decó más auténticas.

La influencia del ‘streamline’ norteamericano puede apreciarse con rigurosidad en el edificio residencial Proamar, que incorpora recursos formales de inspiración marina en el que sus balcones curvos convergen generando la imagen de proa.

El recorrido continúa por la avenida 18 julio, lugar en el que se encuentra otra de las estructuras Art Decó más reconocidas, el Palacio Díaz, que se destaca por su altura y volumetría que emula, una vez más, a los rascacielos estadounidenses.

El mundo deportivo tampoco escapó de esta influencia: en el mítico estadio Centenario, construido para albergar el primer Mundial de fútbol en 1930, en el que se erige con una presencia imponente la Torre de los Homenajes, que evoca las líneas verticales, alas de aviones y proa de barcos en una de las más fieles representaciones de este estilo arquitectónico.

Fuente:  EFE