Estos preocupantes hallazgos sugieren que las poblaciones de aves han disminuido en más del 30% en las últimas décadas. Para desarrollar estrategias efectivas para revertir esta tendencia, los científicos y administradores de tierras deben comprender qué causó el declive. Los efectos del ruido y la contaminación lumínica en la salud de las poblaciones de aves se habían pasado por alto en gran medida hasta que algunos estudios recientes sugirieron que estos factores estresantes pueden dañar especies individuales. Con este nuevo estudio ha surgido una imagen de todo el continente.

“Nuestro estudio proporciona la evidencia más completa de que el ruido y la luz pueden alterar profundamente la reproducción de las aves, incluso cuando se tienen en cuenta otros aspectos de las actividades humanas”, señala Clint Francis, biólogo de la Universidad Politécnica Estatal de California y uno de los autores principales del estudio.

Los investigadores analizaron una gran colección de conjuntos de datos, incluidos los recopilados por científicos ciudadanos a través del Programa NestWatch, para evaluar cómo la luz y el ruido afectaron el éxito reproductivo de 58.506 nidos de 142 especies en América del Norte. El equipo consideró varios factores para cada nido, incluida la época del año en que ocurrió la reproducción y si al menos un polluelo salió del nido.

Las aves programan su reproducción para que coincida con la disponibilidad máxima de alimentos para alimentar a sus crías, utilizando señales de luz del día para reproducirse aproximadamente en la misma época cada año.

Los investigadores encontraron que la contaminación lumínica hace que las aves comiencen a anidar hasta un mes antes de lo normal en ambientes abiertos como pastizales o humedales y 18 días antes en ambientes boscosos. La consecuencia podría ser una falta de coincidencia en el tiempo: los polluelos hambrientos pueden nacer antes de que su comida esté disponible. Si eso sucede, estos nidos tempranos pueden tener menos éxito para emplumar al menos un polluelo, pero la situación se complica por el cambio climático.

A medida que el planeta se calienta, la comida de las aves está disponible antes debido al clima más cálido. Las aves que mantienen sus tiempos de reproducción históricos porque sus relojes internos están configurados para cambios en la duración del día pueden tener menos polluelos que sobreviven porque la fuente de alimento de la que dependen ya vino y se fue.

“Descubrimos que las aves que adelantaron el tiempo de su reproducción en respuesta al aumento de la contaminación lumínica en realidad tienen un mejor éxito reproductivo –apunta Francis–. Una interpretación probable de esta respuesta es que la contaminación lumínica en realidad permite que estas aves ‘se pongan al día’ con el cambio hacia una disponibilidad más temprana de alimentos debido al cambio climático”.

Estos hallazgos sugieren dos conclusiones sobre cómo responden las aves al cambio climático. Primero, al menos temporalmente, las aves en áreas afectadas por la contaminación lumínica pueden rastrear el cambio climático mejor que aquellas en hábitats naturales que son más oscuros.

En segundo lugar, cuando los científicos pensaron que las aves estaban ajustando su tiempo de reproducción al cambio climático, es posible que las aves en realidad respondieran a las señales de luz porque muchos estudios se realizaron en áreas expuestas a cierta contaminación lumínica. Al considerar la contaminación acústica, los resultados mostraron que las aves que viven en entornos boscosos tienden a ser más sensibles al ruido que las aves en entornos abiertos.

Los investigadores profundizaron en más detalles para 27 especies en busca de rasgos físicos que pudieran explicar las variaciones en las respuestas de las especies a la luz y el ruido. La capacidad de un ave para ver con poca luz y el tono de su llamada se relacionaron con las respuestas de las especies a la contaminación lumínica y acústica, respectivamente.

Cuanta más luz es capaz de absorber el ojo de un pájaro, más movieron las especies su tiempo de reproducción a principios de año en respuesta a la contaminación lumínica y más experimentaron las especies un mejor éxito en los nidos como resultado de la contaminación lumínica.

La contaminación acústica retrasó la anidación de las aves cuyos cantos tienen una frecuencia más baja y, por lo tanto, son más difíciles de escuchar a través del ruido humano de baja frecuencia. Las decisiones de apareamiento se toman en función del canto del macho y, en algunos casos, las hembras necesitan escuchar el canto del macho para estar físicamente preparadas para reproducirse. Estos rasgos y resultados específicos del medio ambiente tienen fuertes implicaciones para el manejo de las tierras silvestres.

“Demostramos de manera convincente en muchas especies que el ruido y la contaminación lumínica están teniendo fuertes efectos en las poblaciones silvestres”, resalta Francis. “Si hay un desarrollo propuesto y los administradores de tierras están preocupados por un ave sobre la que no tienen información, pueden usar este estudio para ver si es probable que el desarrollo afecte al ave –añade–. ¿Es un ave del bosque? Si es así, es probable que es más sensible a la luz y al ruido”.

El estudio es el primer paso hacia un objetivo más amplio de desarrollar un índice de sensibilidad para todas las aves de América del Norte. El índice permitiría a los administradores y conservacionistas hacer referencias cruzadas de múltiples rasgos físicos de una especie para evaluar cómo factores como la contaminación lumínica y acústica la afectarían a ella y a cada especie.

Fuente:  ECOticias