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Carlos Pages toma todas las precauciones antes de abrir la caja, porque lo último que desearía es hallar a una venenosa cobra suelta. No sería la primera vez que le sucediera a este inspector que combate el tráfico ilegal de animales en Estados Unidos.

Pages integra un grupo de inspectores de la agencia de protección de la naturaleza (USFWS, US Fish and Wildlife Service), dedicado a cazar cualquier irregularidad en cargamentos tanto de animales vivos como de productos animales, que no paran de llegar al aeropuerto de Miami, Florida (sureste de EE.UU.).

Alguna vez ‘hemos abierto la caja y encontrado a una mamba suelta frente a nosotros’, recuerda Pages a la AFP, en referencia a la peligrosa serpiente africana, sumamente mortal.

En esta ocasión, Pages y varios compañeros abren, con sumo cuidado y utilizando diversos instrumentos que mantienen a los animales a raya, las cajas con reptiles: unas ocho cobras reales —la serpiente venenosa más grande que existe— y varios dragones o lagartos de gorguera (Chlamydosaurus).

‘Cada vez que hacemos una inspección, tenemos que asegurarnos de que nada ilegal haya sido incluido junto a los animales venenosos’, explica Pages, experto en reptiles, pero acostumbrado a inspeccionar junto a sus colegas todo tipo de animales, desde peces vivos hasta rinocerontes.

Luego de ver el interior de la caja con una pequeña cámara, los inspectores van extrayendo y abriendo las bolsas de tela que contienen cada culebra con unas largas pinzas. Después amarran con cinta plástica un cilindro de vidrio al extremo de cada bolsa, lo que les permite observar a sus huéspedes de sangre fría, sin temor a mordeduras.

Y aunque este envío pueda parecer inusual, todo está en orden, comprueban los inspectores en un galpón de carga aledaño al aeropuerto. En Florida es legal tener serpientes venenosas si se cuenta con los permisos, recuerda Pages.

 


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