Si se incluyen todos los eslabones del sistema alimentario (producción agrícola y ganadera, transporte y conservación de alimentos, procesado y embalaje de alimentos y todos los desperdicios que se generan), la alimentación es la responsable de la mitad de las emisiones de Gases Efecto Invernadero (GEI) generados.
Si además tenemos en cuenta que la alimentación es básica y primordial para la vida de las personas, es evidente que se trata de una cuestión importante y con mucho potencial para frenar el cambio climático.
La producción ecológica aporta soluciones que pueden ayudar, por un lado, a reducir la contribución del sistema alimentario a la emisión de GEI y, por otro, a mitigar el impacto que los cambios en el clima van a tener (y ya tienen) en la producción agropecuaria.
En producción ecológica, la ganadería ecológica reduce la carga ganadera (número de cabezas) y basa la alimentación de los animales en recursos locales disminuyendo las necesidades de importar productos como la soja o el maíz desde el otro lado del mar.
Y en el caso de la agricultura ecológica, no se utilizan fertilizantes de síntesis y se necesita gestionar mejor los aportes nitrogenados para evitar la aparición de plagas de difícil control.
Además, el compostaje disminuye globalmente la emisión de los GEI que se producen en el manejo del estiércol. Tampoco debe olvidarse la capacidad de secuestrar carbono en los suelos, tal y como lo llevan haciendo hace años los/as agricultores/as ecológicos con la fertilización orgánica.