Bendito insomnio. Una noche la tataranieta del naturalista británico Charles Darwin se llevó una sorpresa mayúscula en Berlín al oír por la ventana el gorjeo de un ruiseñor. “Es muy muy inusual en el Reino Unido. Vivir en medio de una capital en Europa y oír el canto de un ruiseñor desde la ventana de tu habitación es una experiencia bastante extraordinaria”, explica Sarah Darwin, botanista del museo de Historia Natural de la capital alemana. Acunada por el canto, esta científica, igual de curiosa que su ilustre antepasado, decidió lanzar con el museo un proyecto para intentar explicar los motivos de la presencia en Berlín de tantos ruiseñores, un ave migratoria que pasa los inviernos al sur del desierto del Sáhara.

Pidieron colaboración para que los ciudadanos grabaran con sus teléfonos los cantos y los pasaran a una aplicación. “Lo realmente fascinante de Berlín, al contrario de Inglaterra, donde la población de ruiseñores cayó un 90% durante los últimos 60 años, es que la tendencia es positiva”, recalca Silke Voigt-Heucke, coordinadora del proyecto.  En la capital alemana, los científicos estiman que en los últimos 15 años el número de estos pájaros aumentó un 6% anual para situarse en una horquilla de 1.200 a 1.700 parejas.

 

AFP