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En la era de las pantallas digitales, un simple títere de guante llamado Aragoz todavía atrae al público egipcio con escenas cómicas que muestran cómo el humor y el ingenio pueden derrotar a los matones y corruptos. Con su cabeza de madera, sombrero cónico, grandes ojos negros y bigote pintado, Aragoz perpetúa en Egipto el arte de la sátira, ridiculizando a los todopoderosos.

Desde hace unos diez años, la tropa Wamda organiza cada semana representaciones gratuitas y talleres, con capacidad para 200 personas, en Beit al Sehimi, una mansión otomana restaurada y transformada en centro cultural.

En ocasiones las fiestas rurales o populares musulmanas incluyen espectáculos de aficionados del género de marionetas de guante Aragoz, pero sólo Wamda practica la disciplina asiduamente y respetando las reglas del arte.

«A medida que fui creciendo me enamoré de los Aragoz. En realidad le gustan a todo el mundo», explica Sabry Metawly, uno de los últimos titiriteros que practica, junto con Wamda, este arte egipcio incluido en 2018 en la lista del patrimonio cultural inmaterial de la Unesco.

Gracias a los Aragoz la gente puede desafiar y derrotar a sus enemigos, dice.

Coloridos, burlones, tercos y a veces vulgares, los personajes suelen reflejar la sociedad egipcia. Se enfrentan a antihéroes, tiranos, policías o extranjeros, en verdaderas justas verbales.

«Los Aragoz critican con humor las acciones de los poderosos y resisten a los corruptos», afirma Nabil Bahgat, fundador de la compañía. «Pero no toman como blanco a personalidades o dirigentes concretos de la política actual», añade.

AFP


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