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La salinización es una grave amenaza medioambiental en todo el planeta, y algunos de los ejemplos más extremos de ello se encuentran en ríos de Australia. En algunas cuencas fluviales de la Península –el torrente de Soldevila en Sallent (Barcelona), la llanura del río Ebro o la región de Murcia–, algunos ríos tienen salinidades tres o cuatro veces superiores a las del medio marino.

En el conjunto del continente europeo, la salinización relacionada con la actividad humana es cada vez más preocupante, pero faltan aún directivas de regulación. El exceso de sal en los sistemas fluviales genera un grave impacto ecológico, económico y de salud global, en algunos casos relacionado con la concentración de carcinógenos en el medio acuático o bien de metales liberados por la corrosión de tuberías. Además de empobrecer los valores sistémicos de los ecosistemas naturales, la salinización también encarece el proceso de potabilización del agua de consumo. Estas son algunas líneas rojas que revela el volumen especial sobre la salinización de los ecosistemas acuáticos, publicado en diciembre en la revista Philosophical Transactions of the Royal Society B, y editado por los expertos Miguel Cañedo-Argüelles, miembro del Grupo de Investigación Freshwater Ecology, Hydrology and Management (FEHM-UB) y del Instituto del Agua de la Universidad de Barcelona (IdRA); Ben Kefford (Universidad de Canberra, Australia), y Ralf B. Schäfer (Universidad de Koblenz-Landau, Alemania).

 

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