El Centro Pompidou ha encontrado en París una forma de escapar a los cielos grises y el ambiente decaído que reina este año con una amplia retrospectiva de Henri Matisse, que abre sus puertas este miércoles y confirma al célebre pintor francés como un maestro de la alegría.

Sus fondos rojos, sus decoradísimas naturalezas muertas y sus desnudos orientalistas no son el secreto de la felicidad de esta figura clave del siglo XX, sino la forma que tomó su investigación pictórica, con la que consiguió a la vez esconder su ansiedad y ensanchar el espacio de sus lienzos.

Tal vez por ello el público está acostumbrado a relacionar a Matisse con la alegría y con los cuadros inmensos, que en realidad no lo eran tanto.

“Todo su arte será el intento de esconder lo que era en realidad un trabajo intenso y laborioso. Con la idea de crear con la mayor economía de medios y simplicidad, acabará por caracterizar su obra con esa idea de felicidad que le es propia y que, en mi opinión, él mismo reivindicaba”, dice a EFE la comisaria, Aurélie Verdier.

La exposición, que debía haberse celebrado en mayo pero tuvo que ser pospuesta por el confinamiento, busca también unirse a los festejos por el 150 aniversario del nacimiento de Matisse (Le Cateau-Cambrésis 1869 – Niza, 1954) mostrando una de las mayores colecciones sobre el artista.

“La danza”, “La alegría de vivir”, “Interior con berenjenas”, “Las tres hermanas”, “La blusa rumana” o “La tristeza del rey”, pero también sus retratos, autorretratos, dibujos e incluso vidrieras se exhiben en el Pompidou hasta el próximo 22 de febrero.

En total, 230 obras y más de 70 documentos y archivos que recuperan más de cinco décadas de trabajo, desde sus tardíos inicios como pintor en los años 1890 hasta poco antes de morir.

UNA OCASIÓN ÚNICA

Muchos de esos lienzos y documentos, procedentes de distintos museos de Francia y el extranjero, permanecen normalmente ocultos en los archivos del Pompidou por su extrema fragilidad. Es por tanto una exhibición única para los admiradores del pintor.

“El visitante descubrirá toda la dimensión, las técnicas adoptadas por Matisse, por supuesto la pintura pero también el dibujo, capital para él, la escultura, menos conocida, y los grandes collage recortados que fueron para él la forma de unir dibujo y color, dibujo y pintura”, explica Verdier.

“Matisse, comme un roman” (“Matisse, como una novela”, en español) está narrada desde una perspectiva literaria en un homenaje también al libro ilustrado que el poeta francés Louis Aragon le dedicó en 1971: “Henri Matisse, roman”.

Cada sala descubre una fase de la obra de Matisse desde la pluma de críticos y escritores como Georges Duthuit, Dominique Fourcade, Clement Greenberg, Charles Lewis Hind o el propio pintor que, según Verdier, era capaz de explicar su obra como nadie.

“Abordar la exposición desde esta dimensión me ha permitido estudiar los enlaces entre las distintas escrituras de Matisse: la plástica y la de las palabras, como hizo él en el libro ‘Jazz’, que articula texto e imagen y habla muy bien de quién es”, añade la comisaria.

Asociado al fauvismo en un primer momento, el artista destacó como un libre pensador durante toda su vida y nunca dejó de buscar nuevas formas de expresión, como muestran las vidrieras a partir de papeles recortados que fabricó en sus últimos años para la capilla del Rosario de Vence.

Después de una operación grave en 1941, que lo dejó al borde de la muerte, su situación física no le permitía pintar con tanta soltura: las tijeras se convirtieron en el pincel con el que dibujaría la última etapa de su carrera.

Los bocetos a escala construidos para esa capilla del sureste francés, expuestos también en el Pompidou, son el reflejo más claro del empeño de una vida: encontrar en el color la vitalidad para las horas más difíciles.

 

Fuente:   EFE