Únicamente faltan ocho días para que se cumplan dos siglos de la megaerupción que le dio vida a Frankenstein. Estos 200 años, consideran los volcanólogos Stephen Self y Ralf Gertisser, deben servir como recordatorio de la amenaza volcánica. Y su opinión no está muy alejada de lo que señala el informe elaborado por la red de vulcanólogos Global Volcano Model y por la Asociación Internacional de Vulcanología y de Química del Interior de la Tierra 2015, donde se indicó que existe un 33% de probabilidades de que en la actualidad ocurra algo parecido.

En 1815, orillas del lago Lemán, al norte de los Alpes, estaba una mansión que sirvió como refugio a la escritora londinense Mary Shelley y su compatriota poeta Lord Byron. Le huían a la lluvia y al terror que se pintaba afuera. Allí, frente al calor de la chimenea fue que a Shelley se le ocurrió Frankenstein y esa incertidumbre provocada por la naturaleza le sirvió a Lord Byron para parir el poema ‘Oscuridad’.

Ninguno de los dos tenía idea de que el motivo de ese ‘verano que no fue’ respondía a la expulsión que experimentaba el volcán Tambora, ubicado en la actual Indonesia. El coloso había empezado a vomitar desde un año antes, pero en aquellos días de Frankestein y de ‘Oscuridad’ el proceso había llegado a su punto máximo.

Más de 60 mil personas perdieron la vida a razón de la megaerupción, más que por la lava por la hambruna que provocó el desastre natural.

‘Los volcanes son evidencia convincente de que la Tierra es un planeta dinámico, caracterizado por interminable cambio y renovación’, dice el informe volcánico en su introducción. Y también resalta que la actividad volcánica es valiosa para el ser humano, quien por siglos ha buscado vivir cerca de ellos. La fertilidad no solo ha estado en las majestuosas obras de Shelley y de Lord Byron, estos suelos suelen ser abundantes y en sus cercanías se encuentran valiosos recursos hídricos, además de ser puntos estratégicos para las telecomunicaciones.