En julio de 2018, un equipo de investigadores de la Universidad de Purdue consiguió crear en su laboratorio el objeto rotatorio más rápido del mundo, ni más ni menos que a 60.000 millones de revoluciones por minuto. Y ahora ha conseguido pulverizar su propio récord creando un diminuto rotor que es capaz de girar sobre sí mismo cinco veces más rápido, esto es, a 300.000 millones de rpm. El impresionante logro se acaba de publicar en «Nature Nanotechnology».

En ambos casos, los objetos en cuestión son nanopartículas de sílice en forma de mancuernas, suspendidas en el vacío. En su actual experimento, cuando la diminuta mancuerna se puso a girar, alcanzó la extraordinaria velocidad de 300.000 rpm. En comparación, baste decir que el torno de un dentista gira a «solo» 500.000 rpm, y que el púlsar más rápido, el objeto natural con mayor tasa de rotación que existe, lo hace a 43.000 rpm.

Para alcanzar este hito, los investigadores apuntaron dos láseres hacia la nanopartícula. El primero para mantenerla en su sitio, el segundo para hacerla girar. Cuando los fotones (las partículas de las que está hecha la luz) golpean un objeto, le transmiten una pequeña cantidad de energía, conocida como «presión de radiación». Normalmente, esa fuerza resulta ser demasiado débil como para producir efectos medibles, pero en un vacío en el que apenas existe fricción, es posible alcanzar velocidades de rotación increíblemente elevadas. Es el mismo concepto que se aplica al desarrollo de velas solares, que algún día podrían impulsar naves a través del espacio a velocidades relativistas.

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