Me gustaría ilustrar este texto con titulares sobre cómo la humanidad está tomando decisiones para mantener y proteger esta biodiversidad. O agradecer a los líderes políticos que se estén sumando a las voces de la comunidad científica en la necesidad de detener la pérdida de todos estos seres vivos que nos garantizan servicios ambientales como mantener la calidad del aire y el agua, suministrar materias primas, el control de enfermedades y plagas, la polinización, el mantenimiento de la fertilidad del suelo o la protección contra el calentamiento global.

Me gustaría no repetirme. No volver a recordar que la actividad humana está llevando a muchas especies a la extinción y que los estudios muestran que la desaparición de la biodiversidad global ha estado ocurriendo mil veces más rápido que si ocurriera naturalmente.

Alrededor de 1 millón de especies pueden desaparecer para siempre, como adelantó en 2019 el informe del Panel Internacional de Expertos en Biodiversidad (IPBES) de Naciones Unidas, si no controlamos la deforestación y otros factores que conducen a la pérdida de la biodiversidad.

En medio de la pandemia provocada por un coronavirus procedente de un animal salvaje, ¿cómo no volver a decir que desde 1940 la deforestación ha estado entre los principales factores que favorecen la transmisión de enfermedades de origen zoonótico, que se transmiten de animales a humanos? ¿Cómo no recordar que la pérdida de bosques y el deterioro ambiental están aumentando el riesgo de transmisión de enfermedades? ¿Cómo no gritar nuevamente que es imprescindible que la UE impulse el fin del comercio mundial de vida salvaje para evitar futuras pandemias?

Me gustaría dar buenas noticias, que seguro que las hay, pero no puedo dejar de pensar que, en regiones como la Amazonia brasileña, la biodiversidad y sus guardianes, los pueblos indígenas, siguen estando amenazados. De manera especial estos días, durante la pandemia y bajo la irresponsable gestión del presidente Bolsonaro.

No es un buen síntoma. En el Día Mundial de la Biodiversidad, las nuevas especies que son descubiertas por la comunidad científica nacen ya con el adjetivo de “amenazadas” o, peor aún, “en peligro de extinción”.

La conservación de la Amazonia es fundamental para minimizar la crisis climática y aún más importante para las especies y las personas que viven allí. La ciencia ha estado advirtiendo sobre la posibilidad, cada vez más real, de llegar a un punto de ruptura en el que el bosque ya no podrá recuperarse y perderemos muchas especies e innumerables beneficios que ofrece a toda la sociedad, como la distribución de agua a través de la atmósfera, que riega las plantaciones en gran parte del país, y el almacenamiento de carbono.

La salud humana, la salud de nuestras sociedades y la salud de nuestro medio ambiente son la misma cosa, van de la mano, son indivisibles. Sus raíces son el bien común y no los intereses particulares; por eso hay que poner a la gente, su salud y al medio ambiente en el centro de la necesaria reconstrucción y transformación social y económica que tenemos por delante.

Fuente:  Greenpeace