“¡Microesferas! ¡Una azul, una rosa!”. Armado con pinzas, Jean-François Ghiglione observa muestras tomadas en el río Támesis por científicos de la Fundación Tara, en busca de la fuente de microplásticos. “Vemos cosas totalmente diferentes de lo que vemos en el mar, por ejemplo, estas diminutas microesferas” provenientes de cosméticos, dice el líder científico de la expedición, inclinado sobre una lupa en el laboratorio de la goleta “Tara”, amarrado en un puerto de Londres. Desde el océano Pacífico hasta el océano Ártico, este barco científico ha constatado la omnipresencia -en todos los mares del mundo- de micropartículas de plástico, no más grande que un grano de arroz.

Pero “Tara” ahora ha decidido arrojar sus redes en 10 de los 15 mayores ríos europeos, del Támesis al Tíber, pasando por el Rin, el Sena o el Tajo. Unos ocho millones de toneladas de plástico terminan cada año en los océanos, 600.000 de ellas en Europa. Las investigaciones sobre la contaminación de plásticos son recientes y durante bastante tiempo los científicos creían que las botellas y las bolsas de plástico se degradaban en el mar, bajo el efecto de las olas y los rayos del sol. En realidad, los microplásticos ya están en los ríos.

Por eso, esta misión busca “entender de dónde vienen”, dice Romain Troublé, Director Ejecutivo de la fundación. El problema “está a nuestras puertas (…) El desafío del plástico en el mar, está principalmente en tierra firme”, insiste el marino y científico, convencido de que es posible “detener la filtración” comenzando ya por eliminar todo el “embalaje superfluo”. Pero para “detener la hemorragia” de plástico también debemos encontrar los orígenes precisos de la fuga. Así, los científicos arrastrarán sus redes con malla ultrafina en diez ríos con diferentes niveles de salinidad, aguas arriba y aguas abajo de las principales ciudades en sus desembocaduras.

 AFP