Como una gigantesca ave tropical multicolor de forma indefinible y amplios vuelos, bañada por el océano Pacífico, el Museo de la Biodiversidad (Biomuseo), llegó para quedarse, tras irrumpir en el horizonte citadino.

El inicio formal de operaciones de este proyecto sin precedentes, que fuera puesto en papel por el laureado arquitecto canadiense Frank Gehry y convertido en realidad luego de un arduo proceso de recolección de fondos, logística y ejecución, marca un hito en la historia cultural, natural y arquitectónica de Panamá.

“Se puede declarar que la obra está más que lista y operativa para que los miles de visitantes puedan empezar a circular por los espacios”, señaló el ingeniero César Kiamco Castillo, uno de los constructores del proyecto y miembro del cuerpo de activistas que promueve la difusión de la nueva megaestructura que reposa en la calzada de Amador.

Además de un “imán para el turismo extranjero”, el Biomuseo es de visita obligada para los panameños que deseen actualizar su visión histórica natural del país, expresó Kiamco.

“Panamá no es solo el Canal y la presencia de los españoles desde 1502; Panamá es fundamental para la vida en el mundo, en la Tierra como hoy la conocemos”, indica Kiamco. Lo explica así: “Cuando se crea Panamá, se crea la Corriente del Golfo, (vinculada al clima mundial) y las especies pasaban del norte al sur, entre ellas los primeros homínidos”.

A diferencia de otros centros especializados en temas educativos juveniles, el nuevo museo es para todo público y está proyectado para tender un puente hacia las futuras generaciones, entre ellos los niños y a los jóvenes de las escuelas primarias y secundarias del país.  @crisolfm