El Gobierno indio decidió, en 1973, emprender el Proyecto Tigre, un ambicioso plan de recuperación que, cuarenta años después, ha dado sus frutos para salvar de la extinción a la Panthera tigris tigris, denominación científica de un animal cuyo nombre procede del persa.

El programa se ha convertido en prototipo de los planes de conservación en un país que lucha por preservar sus especies emblemáticas, pese a la dificultad que ello conlleva en la segunda nación más poblada del mundo, con unos mil 250 millones de habitantes.

India tenía en 1973 prácticamente la mitad de población y apenas mil 800 especímenes del felino. El censo de 2006 no era nada halagüeño, con apenas mil 400 animales, pero el último de 2014 ha revelado una población de 2 mil 226, aproximadamente la mitad de los alrededor de 4 mil 500 tigres que viven en Asia.

El continente asiático es el último refugio de esta especie en estado salvaje en el planeta, en un área que va, de norte a sur de Siberia a Indonesia, y de este a oeste de China a India. No obstante, en cautividad se calcula que viven casi tres veces más tigres, muchos de ellos cruzados entre distintas subespecies, sobre todo en países como China y Estados Unidos, la mayoría en posesión de particulares y solo unos pocos en zoos.