Lechugas cultivadas con luz artificial: en los alrededores de las ciudades japonesas surgen de la tierra las “fábricas de verduras” automatizadas para reemplazar a un campo despoblado y azotado por repetidas catástrofes naturales.

Es un edificio banal en una zona industrial y centro de investigación entre Kioto y Osaka, en el oeste de Japón. Nada, desde el exterior, hace pensar que en estos locales de la empresa Spread crecen unos 11 millones de lechugas al año -30 mil al día- con solo 25 empleados.

Todo ocurre detrás de un cristal, en una sala aséptica, llena de enormes y largas estanterías. Autómatas trasladan las lechugas de un sitio a otro durante todo el día.

A medida que crecen, pasan a los lugares con las condiciones de luminosidad, temperatura e hidrometría adaptadas para ese estado del crecimiento. Todo ello sin pesticidas ni tierra. Simplemente, con agua enriquecida con nutrientes. Es la agricultura hidropónica.

Con Dinamarca, Japón es desde hace décadas pionero del laborioso desarrollo de “fábricas de verduras con luz artificial”. Gigantes como Panasonic, Toshiba, TDK o Fujitsu se aventuraron en este terreno, con más o menos éxito, convirtiendo líneas de producción de semiconductores en “campos verticales” para lo que han creado luz, captores y otras tecnologías adaptadas.

Spread, cuya casa matriz era inicialmente una empresa de logística de productos frescos o tempranos, es una de las pocas que ha sabido rentabilizar el negocio.

“Al principio, teníamos dificultades para vender las lechugas, pero ha sido relativamente fácil crearse una imagen de marca para atraer a la clientela, ya que podemos producir calidad al mismo precio todo el año”, explica Shinji Inada, jefe de la empresa.

“Es cierto que utilizamos más energía en comparación con los cultivos al sol, pero a cambio tenemos una productividad mayor en superficie similar”, justifica.

Las estaciones no cuentan: en los campos verticales se producen ocho veces por año la misma especie de lechuga. En lo que respecta a la cantidad de agua, el 98% se reutiliza en circuito cerrado, y es mínima si se compara con los cultivos tradicionales.

AFP