La ONG apuesta como “única forma” de mejorar la contaminación en las ciudades por reducir el tráfico motorizado, potenciar el transporte público, la bicicleta y el tránsito peatonal, así como promover el ahorro energético, mejores técnicas industriales disponibles, cerrar centrales térmicas de carbón, penalizar el diésel y declarar un área de control de las emisiones del transporte marítimo en el Mediterráneo como las del Báltico y el Mar del Norte.

El informe anual señala que las partículas y el dióxido de nitrógeno cayeron en 2018 pero el ozono sigue siendo el contaminante más extendido y sus niveles siguen estacionados o bien aumentaron. Pese a las abundantes lluvias, el cambio climático y el repunte en la quema de combustibles fósiles mantienen un problema que afecta a la salud de la ciudadanía, pero también a los cultivos, bosques y espacios naturales.

El informe recuerda que cada año mueren en España hasta 30.000 personas de manera prematura y que los costes sanitarios derivados de la contaminación atmosférica superan los 50.000 millones de dólares anuales, el 3,5 por ciento del PIB español, según el Banco Mundial. A esto hay que sumar los daños a cultivos y ecosistemas naturales.

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