Cuando Meïssa Fall mira una bicicleta, no sólo ve la bicicleta. Ve peces, pájaros, personas, barcos y avionetas. Y después de visualizarlos, los materializa usando cada una de las piezas que componen este vehículo de dos ruedas.

Nieto e hijo de reparadores de bicicletas, Fall añadió al oficio familiar también el arte, convirtiéndose en escultor de bicicletas.  Con las diferentes piezas que las componen, este saintluisense crea todo tipo de esculturas y asegura que la vida no le es suficiente para realizar todo lo que hay en su cabeza, sentado en un taburete fabricado con fragmentos de bicicletas que abarrotan su pequeño taller, también colgados unos sobre otros en las paredes.

Para Fall, cada una de sus creaciones tiene una historia y vida propia. Dice que ha trabajado y acariciado cada una de ellas hasta el punto de amarlas y asegura que, si algún cliente quiere comprar una, debe guardarla y protegerla porque no le gusta que las destruyan.

EFE