Dos meses después de ser devastada por el fuego, Notre Dame acogió el domingo su primera misa en condiciones aún muy precarias, que obligaron a la treintena de participantes a llevar cascos de obra por el riesgo de desprendimientos.

Con esa estampa tan poco habitual, sobre las 18.00 hora local (16.00 GMT) comenzó la ceremonia en la capilla de la Virgen, detrás del coro, con una presencia sobre todo de religiosos, entre ellos el arzobispo de París, Michel Aupetit.

Al acto también fue una representación de las personas que trabajan en las obras y de laicos de la diócesis de París; “poca gente porque es muy peligroso”, señaló el embajador encargado de la movilización internacional para Notre Dame, Stanislas de Laboulaye, en un encuentro con prensa española.

EFE