Mientras el mundo se encerró en sus casas, muchos fotógrafos salieron a la calle para dejar testimonio de lo que estaba pasando: calles vacías, el drama de las residencias de ancianos o aplausos a las ocho de la tarde. PHotoESPAÑA reúne ahora una muestra del trabajo de medio centenar de esas miradas en “Tiempo detenido”.

Una particular crónica sobre el confinamiento, que se puede ver en su web (https://www.phe.es/tiempo-detenido/) y que contará con un catálogo en septiembre. En su nómina se encuentran firmas conocidas como Isabel Muñoz, Gervasio Sánchez, Susana Vera -ganadora de un Pulitzer-, Santi Palacio -premiado con el World Press Photo- o Javier Fergo, entre otros muchos nombres.

El relato coral de este proyecto está dividido en cuatro apartados: “Ausencia”, “Espera”, “Ensoñación” y “Urgencia”. En este último se inserta el trabajo de Palacios, que retrató el día a día de las residencias de ancianos en Cataluña (España) durante sus peores momentos.

“Salí a la calle desde el primer momento, quería contar lo que estaba pasando”, explica Santi Palacios. Acababa de volver de Indonesia y tenía pensado marcharse en breve a la frontera de Turquía con Grecia para documentar la crisis de los refugiados, pero se quedó en España.

Acostumbrado a meterse en lugares mucho más peligrosos, le sorprendió las dificultades que encontró para trabajar y fotografiar los puntos calientes de la pandemia como los hospitales. Finalmente se unió al equipo médico de la ONG Open Arms, que estaba trabajando en el rastreo de casos en residencias de ancianos.

La soledad que vio, día tras día, le sobrepasó: “Había residencias en las que entrabas y solo quedaba uno o dos trabajadores, el resto estaban enfermos o de baja”, relata a Efe. Se dedicó a retratar el trabajo de aquellos sanitarios en condiciones terribles y la soledad, “durísima”, en la que fallecían las personas sin poder decir adiós a sus seres queridos.

Era la primera vez que realizaba un trabajo de este tipo en España. Lo mismo le sucede a Javier Fergo un fotógrafo español, ganador de un Brithish Journalism Award, que junto a otros fotorreporteros fundó Covid Photo Diaries, una iniciativa coral para fotografiar la crisis sanitaria.

Durante la pandemia ha recorrido casi todas las provincias de Andalucía, en el sur de España. También tuvo problemas para acceder a la primera línea de la pandemia como los hospitales, por eso volvió su objetivo a los “estratos más bajos” de la sociedad; temporeros del campo o gente sin hogar.

Acostumbrado a recorrer el mundo para retratar el drama de los refugiados, trabajar en casa se le hacía “raro”. Volvió a hablar con sus vecinos y a escuchar sus historias, su cámara ha captado imágenes muy duras, como la de los temporeros, que nunca dejaron de trabajar y todavía lo hacen en condiciones horribles, gente con “una gran fuerza vital y resiliencia increíble”, dice.

La historia que más le impactó fue la de una mujer que vivía a tan solo 300 metros de su casa: “Es de origen marroquí y fue vendida con seis años a una familia española. Cuando su padre adoptivo murió, su mujer la echó a la calle, desde entonces ha tenido una vida de abandono, adicciones, muchas veces en la calle”.

Vivía en un bloque de viviendas sociales, y a su pareja le hicieron la prueba, tuvo un “falso positivo por covid”, y sus vecinos no la querían en el edificio.

“Sacaba la basura a las cinco de la mañana para que nadie la viera, dormía durante el día y salía por la noche -cuenta-. Cuando por fin había conseguido estar mejor, rehabilitarse, le llegaba esto”.

Historias como esta y otras muchas más hubieran quedado probablemente sepultadas si no hubiera sido por el trabajo de fotorreporteros que salieron a la calle para fotografiarlas.

Fuente:   EFE