Los dos grandes gigantes asiáticos simbolizan la cara y la cruz en la crisis del coronavirus. Mientras China comienza a ver la luz y desbloquea la provincia donde se localizó el origen de la pandemia hace ya dos meses, en India las autoridades ordenaron el confinamiento general en todo su territorio durante tres semanas desde la pasada medianoche, lo que supone obligar a 1.300 millones de personas a permanecer en sus casas, la mayor reclusión de la historia que se recuerda.
«No hay otra manera de permanecer a salvo del coronavirus», recalcó este martes el primer ministro indio, Narendra Modi, en un discurso televisado a la nación, el segundo en menos de una semana por la crisis del coronavirus. El mandatario señaló que, con el objetivo de «salvar a la India y a cada indio», estará «totalmente prohibido aventurarse fuera de casa» a lo largo de los próximos 21 días.
El segundo país más poblado del planeta, solo por detrás de China, ha registrado oficialmente hasta ahora 482 contagiados y nueve fallecidos por el virus. Pero investigadores sanitarios han alertado de que más de un millón de personas en este país podría resultar infectada por el coronavirus a mediados de mayo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) urgió el lunes a tomar medidas en India, algo que consideraba fundamental en la lucha contra el avance de la pandemia.
En los últimos días se habían prohibido los viajes en avión y tren, y se cerraron negocios y colegios, pero el temor a que se disparase el número de contagios llevó ayer al primer ministro a tomar una decisión más drástica y decretar el confinamiento absoluto. Además, habrá medidas para garantizar los suministros esenciales y se destinarán 1.800 millones de euros a reforzar la infraestructura sanitaria.
El anuncio de Modi lanzó a numerosas personas a las tiendas de grandes ciudades como Nueva Delhi o Bombay para hacerse con los bienes básicos, lo que obligó a actuar a la Policía en algunos casos para mantener el orden, según recoge Reuters.
Alivio en Hubei
Entre tanto, después de dos meses de cierre y cuarentenas que han confinado en sus casas a sus casi 60 millones de habitantes, las autoridades chinas levantaron a medianoche las restricciones para salir de la provincia de Hubei, epicentro de la epidemia del coronavirus que estalló en enero en su capital, Wuhan.
Según informa la agencia estatal de noticias Xinhua, esta ciudad, de once millones de habitantes, permanecerá todavía cerrada hasta el próximo 8 de abril. En el resto de la provincia, las personas que quieran viajar deberán acreditar que están sanos con una aplicación en el móvil que, tras registrar sus movimientos y contactos, les otorga un código QR a modo de semáforo: si aparece rojo deben guardar una cuarentena de dos semanas y, si es verde, pueden moverse libremente. Wuhan, donde se han ido levantando los controles de calles y sus vecinos van recuperando gradualmente su vida, desinfecta los transportes públicos para su próxima reapertura, pero los colegios seguirán cerrados.
Tras el brote del coronavirus, las autoridades chinas cerraron por sorpresa la ciudad el 23 de enero y, durante los días siguientes, el resto de la provincia de Hubei. Gracias a estas medidas draconianas, que no estuvieron exentas de abusos y barbaridades, consiguieron que la epidemia no se extendiera al resto del país.
De los más de 81.000 contagiados y 3.270 fallecidos contabilizados en China, 67.800 casos y 3.100 víctimas mortales se concentran en Hubei. Y, de esos, su capital, Wuhan, copa la mayoría con más de 50.000 infectados y 2.500 defunciones. La diferencia con la segunda ciudad más afectada de la provincia, Xiaogan, es enorme: 3.500 contagiados y 128 fallecidos.
Debido a este cierre, la incidencia de la enfermedad ha sido muy pequeña en megalópolis como Pekín, que sufrió 491 infectados y ocho fallecidos, o Shanghái, con 371 casos y solo tres muertos. Fuera de Hubei, la ciudad china más afectada por la pandemia fue Cantón (Guangzhou), con 1.395 contagiados y ocho víctimas mortales.
Fuente: ABC