Según sugiere un estudio publicado en la revista Nature, la mortalidad prematura por la contaminación del aire podría duplicarse en el año 2050 y ocasionar el deceso  de 6.6 millones de personas cada año.

Jos Lelieveld, investigador del Instituto Max Planck de Química (Alemania), y su equipo han estimado la contribución de las diferentes fuentes de contaminación del aire a la mortalidad prematura, combinando un modelo global de química atmosférica con datos de población y estadísticas de salud.

Es bien conocido que los contaminantes del aire, como el ozono y partículas finas de menos de 0.0025 milímetros, están asociados con enfermedades graves. Sin embargo, la cuantificación de los efectos que produce la polución a escala global sigue siendo un reto para los investigadores.

La dificultad para medir esa incidencia se convierte en un problema, por un lado, porque la calidad del aire no se supervisa en algunas regiones y, por otro, debido a que la toxicidad de las partículas varía en función de su origen.

Los científicos comprobaron que las emisiones generadas en zonas urbanas, como las que provienen de los sistemas de calefacción y las cocinas, son las que tienen un mayor impacto en la mortalidad prematura en todo el mundo.

Los investigadores subrayan que la calidad del aire en Estados Unidos y Europa ha mejorado notablemente en las últimas décadas gracias a la legislación para mejorar el medio ambiente, un avance que ha tenido un impacto positivo en la salud pública.

Con todo, el estudio alerta de que en Europa, algunas regiones de Estados Unidos, Rusia y el este de Asia, las emisiones producidas por la agricultura aportan la mayor parte de las partículas que contaminan el aire.

 

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