A diferencia de lo que muchos piensan, las amígdalas tienen una gran importancia para el organismo humano, especialmente para los niños. Forman una barrera física protectora entre la nariz y la garganta, lo que evita el paso de virus, hongos y bacterias. Cuando los microorganismos entran en contacto con las amígdalas, estas envían una alerta al cuerpo y producen anticuerpos que defienden el organismo.
Sin embargo, en la adultez, las amígdalas ya no tienen la misma función de inmunidad. Además, la infección de las amígdalas resulta muy molesta: provoca dolor, fiebre, dificultad para comer y para dormir. A diferencia de lo que sucedía en el pasado, hoy en día la cirugía para removerlas es más criteriosa. Leila dos Reis Ortiz Tamiso, otorrinolaringóloga del Hospital Paulista, afirma que se tiene en cuenta el cuadro clínico de cada paciente al momento de decidir si se efectuará la cirugía.
Según Ortiz Tamiso, la remoción se indica principalmente cuando las infecciones se producen con frecuencia, lo que significa que la presencia de las amígdalas trae más complicaciones que beneficios para el organismo. Otro factor que puede llevar al procedimiento quirúrgico es el crecimiento de las amígdalas, que muchas veces ocasina dificultad para respirar, comer y dormir. Ortiz Tamiso explica que normalmente los niños pequeños, menores de un año, no están expuestos a grandes cantidades de virus y bacterias. Después de esa edad, coincidiendo con la entrada a la escuela, la exposición viral y bacteriana aumenta y puede conducir al crecimiento de las amígdalas y a infecciones.
La cirugía para remover las amígdalas dura entre 30 minutos y una hora. El posoperatorio es en general doloroso, con necesidad de analgésicos, reposo, suspensión de actividad física y de la exposición solar. La alimentación suele ser líquida y fría hasta el tercer día, luego alimentos de consistencia pastosa y sólidos en un período de 7 a 10 días, que normalmente coincide con el regreso a las actividades habituales.