Los síntomas son variados, suelen ir desde dolores óseos difusos y dolores articulares, falta de energía, debilidad muscular y agotamiento fácil al caminar, hasta espasmos musculares y, en los casos más graves, fracturas de huesos. Para confirmar el déficit es imprescindible un análisis de sangre . “Si los resultados indican que la vitamina está por encima de los 30 nanogramos, se considera aceptable; entre 20 y 30 es insuficiencia; de 10 a 20, estamos en deficiencia moderada, y menos de 10 es deficiencia grave. Todos los expertos coinciden en que por debajo de 20 nanogramos hay que administrar suplementos”.
El déficit se suele corregir con la ingesta de suplementos en dos meses. La controversia aparece en los valores entre 20 y 30, considerados como “insuficiencia de vitamina D”. “En estos casos, lo aconsejable es suplementar solo en la población de riesgo: ancianos, personas que han sufrido fracturas por osteoporosis, que presentan problemas de piel como la dermatitis atópica, que no salen de casa, que padecen enfermedades del riñón, etc.”.
Hay grupos de población sana a los que los especialistas recomiendan administrar suplementos : lactantes y niños menores de cuatro años, también en gestantes y madres que dan el pecho, especialmente si son adolescentes. Justificado porque, según explica José Manuel Quesada, “la leche materna contiene poca cantidad, menos de 100 unidades por litro, y los alimentos ricos en vitamina D no forman parte de la dieta del lactante”.
Una posible solución al problema del déficit puede ser la suplementación de algunos alimentos, tal y como se sugiere en este estudio . De hecho, hay bebidas vegetales, cereales y algunos lácteos que la incluyen. “La que se suele utilizar para fortificar los alimentos es la D2 [ergocalciferol, de origen vegetal y que se absorbe peor], mientras que la que llevan los suplementos que se recetan es la D3, que se absorbe mejor [colecalciferol, de origen animal]”.