Madrid (EFE).- La decisión del Gobierno de México de no invitar al rey a la toma de posesión de la nueva presidenta, Claudia Sheinbaum, supone un hecho sin precedentes en la relación que España y la Corona han tenido con los países de América Latina y en la representación del monarca en las tomas de posesión de los mandatarios.

La respuesta del Ejecutivo de Pedro Sánchez al veto ha sido no participar en la ceremonia de traspaso de poder el próximo 1 de octubre como protesta por un gesto que ahonda en la crisis diplomática que abrió el presidente mexicano saliente, Andrés Manuel López Obrador, en marzo de 2019, cuando pidió a Felipe VI que se disculpara por el pasado colonial de España.