Portugal ha logrado superar la crisis económica, reducir su desempleo y modernizarse, pero el llamado ‘milagro portugués’ no ha conseguido atajar una enfermedad que carga como una losa: la depresión, una ‘epidemia silenciosa’ que cada año se cobra un millar de vidas. ‘La depresión en Portugal tiene características epidémicas, es una epidemia silenciosa’, reconoce en una entrevista con Efe el ministro portugués de Salud, Adalberto Campos Fernandes. ‘Tenemos mucho trabajo por delante’, admite Campos, que ejercía como médico antes de ocupar la cartera de Salud en el Gobierno del socialista António Costa.

Quizá por ello, el ministro prefiere no especular sobre las raíces de un problema que, apunta, ‘es diferente de un punto a otro del país’. En la región del Alentejo, donde tradicionalmente se ha registrado el mayor índice de suicidios del país, la enfermedad se relaciona con el aislamiento, la pobreza, el envejecimiento y con aspectos de naturaleza familiar. Las estadísticas revelan que las zonas rurales son las más castigadas, y los jóvenes y los mayores de 65 años, los más proclives a quitarse la vida.

EFE

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