Muchos habaneros viven atrapados en una encrucijada: o padecen hambre o se contagian de Covid-19. Extensas colas y aglomeraciones de personas a diario, para intentar conseguir alimentos, es la imagen que se contrapone a la expansión de la pandemia y el aislamiento social en la isla.
Un recorrido por los puntos neurálgicos de La Habana, donde se protagonizan diariamente estas aglomeraciones, ejemplificadas en las municipalidades de Plaza, Habana Vieja y Centro Habana, arrojó que el estado de opinión converge en que el régimen está rebasado, «no tanto por la expansión de la pandemia, sino porque insiste empedernidamente en reutilizar una política y retórica económica basada en ideologías estancadas», como señala Katiuska Verdecia, licenciada en Ciencias Sociales, mientras hace la cola en un mercado de Centro Habana.
Sin siquiera la certeza de alcanzar alguna de las mercancías disponibles en los centros comerciales, a pesar de que todos los productos están racionados por decreto, miles de habaneros asumen el riesgo de contagiarse de Covid-19. Es imposible, refirieron todos los encuestados, abastecer la despensa familiar para una semana.
«Las autoridades del Gobierno no han podido crear una red de distribución sistematizada y regular de alimentos y productos de primera necesidad. A lo sumo encuentras abasto para dos o quizás tres días, no más. Eso implica que, al menos cada setentaidós horas, miles y miles de habaneros se exponen y componen un foco significativo de propagación de la epidemia por la incapacidad gubernamental», advierte Consuelo Casanova en una cola para adquirir pollo y picadillo de res.
A inicios de abril las autoridades del Gobierno decretaron el cierre de grandes tiendas, orientaron la venta solo de alimentos y productos de aseo e higiene, y prometieron, para reducir la movilidad de las personas, abastecer establecimientos cercanos a las viviendas en cada comunidad ante la expansión del Covid-19.
Aunque ciertamente las autoridades del régimen han decretado medidas para reducir el contagio, «lo que sobresale es la fórmula tesis versus praxis». Una cosa es lo que divulga y se ufana el Gobierno, y otra muy distinta y distante es lo que sucede en las calles, en el escenario caliente, señala la escritora independiente Lucía Corrales.
«Las medidas anunciadas e implementadas, en tesis, no son fallidas. Lo que falla es la praxis, el procedimiento y la manera de llevarlas a término; pero esa ha sido la constante antes de la pandemia y en este transcurrir», razona Domínguez.
El 13 de abril el diario Granma —órgano oficial del Partido Comunista, único legal en la isla— acusaba de «incumplidora e irresponsable» a la ciudadanía, hecho que provocó irritación y rechazo entre la población habanera.
«Nunca antes el Gobierno había sido tan cínico e hipócrita al responsabilizarnos por el hecho de acudir a espacios sociales que pertenecen al Estado», puntualiza Lourdes Quesada, maestra de enseñanza media, en referencia a la llamada de atención que la publicación de Granma dirigió a la heladería Coppelia, única de su tipo en La Habana. «[…] Todavía los hay que van a Coppelia y hacen colas sin mantener la distancia y se sientan en las mesas e intercambian como si nada ocurriera en el mundo […]»; argumentaba el artículo oficialista.
«Ni siquiera se les ocurrió [a las autoridades del régimen] cuestionarse si el helado, comercializado en un lugar que históricamente tiene más objetivo como espacio social que de venta de alimentos, es imprescindible. Por qué no cerraron esta heladería como hicieron con decenas de tiendas y comercios», fustiga Quesada, quien además llamó la atención sobre «la cobardía» de los medios estatales de prensa para criticar las incapacidades del régimen.
La Organización Panamericana de la Salud advirtió al régimen cubano, el pasado miércoles 15 de abril, de que las colas y las aglomeraciones para conseguir alimentos «son un riesgo de contagio del nuevo coronavirus». «Pero sucede que el Gobierno no reconocerá, jamás lo ha hecho en sesenta años, que la economía socialista no funcionó y muchísimo menos aplicada para enfrentar una pandemia, sin precedentes en la historia patria, como el coronavirus. Como ejemplo irrefutable está la perspectiva anquilosada de Miguel Díaz-Canel respecto a las importaciones», señala Abelardo Aportela, licenciado en Contabilidad.
«Los cubanos de a pie solo tenemos dos opciones: esperar a que el Gobierno se convenza de una vez que hasta el momento no pudieron cumplir sus promesas o morirse de hambre. Este país ya estaba rebasado por otra pandemia, el socialismo, mucho antes de la pandemia del coronavirus», concluye Aportela.
Fuente: ABC