Las manos curtidas de Cecilia Santos, dan muestra que es una mujer de faena. Nunca fue a la escuela, pero desde que tiene uso de razón, aplica la lección que un día su padre le enseñó: la tierra te dará todo lo que necesita. No tiene un seguro social porque en su pueblo natal de Almirante en Bocas del Toro, no había empresas donde trabajar, por eso se internó desde pequeña en las fincas de cacao donde encontró su lugar.

Nació en el corregimiento de Almirante, una región que presenta un índice de pobreza multidimensional del 68.5% de acuerdo con el IPM-C, elaborado por la Secretaría Técnica del Gabinete Social del Ministerio de Desarrollo Social (MIDES).

Hoy, a sus 73 años, vive bajo la protección del programa 120 a los 65, adscrito al MIDES y dirigido a proteger a los adultos mayores que como ella, no tiene una jubilación, pensión o ingresos económicos.

Doña Cecilia, no concibe su vida sin estar entre sus matas de cacao y arreando las 40 gallinas que compró con mucho sacrificio del dinero que recibe de las transferencias monetarias condicionadas.

Por eso, cada vez que puede, se guinda una jaba al hombro y con machete en mano, se interna en su pequeña parcela para “darle cariño” a las más de 400 matas de cacao que sembró y donde camina como si ninguno de esos años que tiene, le pesara.

Esta ama de casa, cosecha el cacao de manera tradicional, utilizando los conocimientos adquiridos de sus ancestros. Luego de recolectar la fruta, Cecilia, aplica un proceso que tarda 20 días para que las semillas tengan la consistencia adecuada para su venta.

La libra, la comercializa a 60 centavos a una procesadora local que exporta el producto a diferentes países de Latinoamérica y Europa.

Esta abuela, se describe así misma, como inquieta, visionaria, pero sobre todo emprendedora.  Asegura que, su producción de subsistencia, es una oportunidad para mejorar su calidad de vida.

En unas semanas, esta madre de siete hijos, recibirá la tercera transferencia del año, unos 360 balboas que representa para ella, la jubilación que nunca tuvo, pero por la que siempre trabajó.

Reconoce que, las transferencias, son una oportunidad para generar nuevas oportunidades y demostrar que, con trabajo y esfuerzo, se puede lograr emprendimientos sostenibles.

 

Un programa con un corte de derecho humano

 

Para la ministra del MIDES, María Inés Castillo, 120 a los 65, ha jugado un rol protector a favor de los adultos mayores que viven en el umbral de la pobreza. Esto se evidenció durante la pandemia cuando los adultos mayores recibieron de forma ininterrumpida sus transferencias monetarias que les permitió comprar alimentos, medicinas y otros productos básicos.

La titular de la cartera social, indicó que, la historia de Cecilia, es un claro ejemplo de la importancia que tiene los Programas de Transferencias Monetarias Condicionadas (PTMC), a favor de una población vulnerable como son las mujeres trabajadoras que por muchos años trabajaron en el informalismo y que hoy no están inscritas en programas de protección social.

Los números corroboran lo expresado por la ministra. Se estima que, en el país, existen 137 mil 123 adultos mayores que no están cubiertos por programas de protección social, jubilación o pensión.

Para Caroline Freire, especialista de protección social del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), los Programas de Transferencias Monetarias Condicionadas han sido implementados en más de 20 países de la región latinoamericana de forma exitosa. La evidencia obtenida, señala que, es el instrumento más eficaz para apoyar niveles mínimos de ingresos de la población en situación de pobreza y pobreza extrema.

Freire, agregó que, los PTMC al estar condicionados a cumplimientos de criterios de educación y de salud, abonan a la acumulación del capital humano para romper ese ciclo intergeneracional de la pobreza.

Del 23 de agosto al 17 de septiembre, 124 mil 494 adultos mayores, recibirán un total de 46 millones de balboas en concepto de subsidios, que les permitirá a esta población, adquirir productos de primera necesidad.

Entre ese grupo de beneficiarios, está doña Cecilia, una bocatoreña que sigue retándose a sí misma con el objetivo de superar todos los escaños que le deparan. Mientras tenga fuerza, seguirá escabulléndose entre el cacao y las aves de corral, un negocio que la ha convertido en una abuela emprendedora a sus 73 años.

 

Fuentes: MIDES