Para el doctor Magid Abou Gharbia, la química ha sido un instrumento que le ha permitido salvar vidas.

Más de 25 años laborando en las primeras fases de investigación de fármacos, hoy le permiten asegurar que “aliviar al paciente de su sufrimiento” ha sido su mejor recompensa.

Aunque su trabajo ha confluido en el descubrimiento de moléculas convertidas en medicamentos antidepresivos, antibióticos, inmunosupresores y vacunas de uso internacional, su labor en la actualidad se enfoca en la docencia como director en el Centro Moulder para el Descubrimiento de Nuevos Fármacos y como decano asociado de investigación en la Universidad de Temple, en Filadelfia (Estados Unidos).

En 2014, Abou Gharbia, de nacionalidad egipcia, fue premiado con los galardones internacionales Grand Hamdam y Héroes de la Química, que otorgan los Emiratos Árabes Unidos y la Sociedad Americana de Química, respectivamente.

“Saber qué provoca la enfermedad” es el primer paso hacia un posible tratamiento, indicó el especialista, quien visualiza la afección como un candado en espera por una llave.

Sin embargo, han de pasar muchos años, de ensayo y error, antes de que pueda ser comercializado como remedio.

Entre sus hallazgos sobresalen los fármacos venlafaxina y desvenlafaxine para tratar la depresión clínica, un padecimiento que atañe a 135 millones de personas en todo el planeta y que “solo en Estados Unidos, por ejemplo, cuesta 40 mil millones de dólares por bajas y ausencias laborales”, manifestó.

Abou Gharbia igualmente explicó que en la naturaleza es posible encontrar alternativas, como sucedió en 1999 con una bacteria proveniente del suelo de la isla de Pascua, que sirvió de base para la creación de un fármaco para evitar el rechazo de los órganos trasplantados.

“Aún falta mucho por hacer en farmacología”, aseguró el experto, quien también mencionó algunos retos puntuales, como hallar tratamientos innovadores contra el cáncer pancreático, por ejemplo.