La epidemia del ruido es paradójicamente silenciosa. Es un fantasma que está presente cuando podemos escuchar la música que sale de los auriculares de alguien sentado frente a nosotros en el metro, mientras tomamos una bebida con amigos en un club o al gritar frenéticos junto a otros miles de personas en un estadio de fútbol.

Nadie está a salvo de ella, pero afecta especialmente a los jóvenes.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que 1.100 millones de jóvenes de todo el mundo están en peligro de sufrir pérdidas de audición debido a la exposición a ruidos que forman parte de nuestros hábitos cotidianos.

Más de 43 millones de personas de entre 12 y 35 años sufren ya de pérdidas auditivas discapacitantes en los países desarrollados.

En un informe publicado con motivo del Día Internacional de la Atención Ontológica (cuidados auditivos), la OMS estima que un 50% de esta franja de edad está expuesta a riesgos debido al uso de reproductores MP3 y teléfonos inteligentes, y un 40% por los niveles de ruido nocivos en clubes, discotecas y bares.

El volumen de salida de los dispositivos de audio personales, como los auriculares, puede oscilar entre los 75 dB y 136 dB a su volumen máximo.

El informe de la OMS recomienda no usar más de una hora a un volumen bajo estos dispositivos.

En clubes nocturnos, discotecas y bares, los niveles medios de ruido pueden oscilar entre los 104 dB y 112 dB, y según los parámetros que marca la OMS a partir de los 15 minutos ya no sería seguro. Lo mismo ocurre en las instalaciones deportivas, donde el nivel oscila entre los 80 dB y los 117 dB.