Un aroma dulce a chocolate llena la casa de Aleida Montezuma, una mujer ngäbe de 44 años que vive en la comunidad de Salto Dupí, en la Comarca Ngäbe-Buglé. El olor viene de su cocina, donde cada mañana prepara cacao artesanal. Este ritual diario es más que una tradición familiar: es el símbolo de una transformación silenciosa que vive en muchas zonas rurales de Panamá gracias al Bono Alimenticio Nutricional del programa SENAPAN, impulsado por el Ministerio de Desarrollo Social (MIDES).

Aleida es una de las 6,896 mujeres que han encontrado en este programa una oportunidad concreta para generar ingresos de forma autónoma. A través de la capacitación y el acompañamiento técnico, el Bono Alimenticio Nutricional ha permitido que familias en situación de pobreza y pobreza extrema dejen atrás una agricultura de subsistencia y se encaminen hacia emprendimientos sostenibles, adaptados a su entorno y realidad.

Hace cuatro años, Aleida comenzó a cultivar cacao en su pequeña huerta familiar. Gracias a los talleres ofrecidos por técnicos del MIDES, aprendió a procesarlo de manera artesanal: cosechar mazorcas, fermentar los granos, secarlos, tostarlos y finalmente molerlos hasta obtener la pasta base del chocolate. 

También aprendió a elaborar abono orgánico a partir de estiércol, compost y residuos vegetales, lo que le permitió abandonar el uso de pesticidas y mejorar la salud del suelo.

Para la familia Montezuma, el cacao es hoy una fuente fundamental de ingresos. Aleida y su esposo, Osvaldo Talín, venden barras de chocolate a dos balboas, lo que les permite cubrir los gastos escolares de sus tres hijos de 19, 15 y 13 años. 

La tierra, dice Aleida, es la mejor inversión. Su apuesta no es solo por el cacao, sino por una producción diversificada y sostenible: en su huerta también cultivan café, apio, espinaca, yuca, ñampí, plátano, pimienta y ají.

El conocimiento adquirido cambió no solo su economía, sino su manera de producir. Detalles técnicos que parecen simples, como dejar un metro entre las plantas de yuca, medio metro para el ñame y tres metros para las matas de plátano, han marcado una diferencia importante en el rendimiento de su parcela. Con el tiempo, Aleida ha logrado más producción en menos espacio, sin dañar el medio ambiente.

Este tipo de transformación es la que impulsa SENAPAN en comunidades rurales e indígenas. Con un 95% de beneficiarias mujeres, el programa está presente principalmente en la Comarca Ngäbe-Buglé, donde 3,689 personas desarrollan proyectos productivos vinculados a la agricultura, avicultura, artesanías y bisutería. Veraguas le sigue con 1,664 beneficiarios, mientras que Bocas del Toro y Darién registran 504 y 411, respectivamente.

Trimestralmente, el MIDES transfiere más de un millón de balboas a los 7,285 beneficiarios del programa a nivel nacional, lo que representa una inversión anual superior a los cuatro millones de balboas. 

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Del total, 5,270 personas reciben el beneficio mediante la Tarjeta Clave Social, mientras que 2,015 lo reciben en efectivo debido a que viven en áreas de difícil acceso. La mayoría de las personas beneficiarias tienen entre 30 y 59 años, aunque también hay jóvenes entre 18 y 29, y personas mayores de hasta 64 años.

La experiencia de Aleida Montezuma evidencia el impacto que puede tener una política pública bien ejecutada. A través del Bono Alimenticio Nutricional, el MIDES no solo entrega recursos: entrega conocimientos, herramientas y confianza. En lugares donde históricamente ha faltado el Estado, estas acciones abren la puerta a nuevas formas de desarrollo rural centradas en la sostenibilidad, la autonomía y la equidad.

La historia de Aleida también refleja el rol fundamental de las mujeres rurales en la seguridad alimentaria. Según la FAO, ellas producen cerca del 50% de los alimentos cultivados en el mundo. En Panamá, Senapan reconoce y fortalece ese papel, invirtiendo en quienes siembran, cuidan, transforman y sostienen la vida en el campo.

Desde su parcela en la Comarca Ngäbe-Buglé, Aleida no solo cultiva cacao: cultiva también un modelo de vida que combina tradición, conocimiento técnico y compromiso familiar. Su historia es una muestra clara de que con tierra, capacitación y voluntad, es posible construir autonomía económica desde lo rural. Y en un país con profundas desigualdades sociales y territoriales, esa es una noticia que importa.

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