Via Sundari Octavia no pierde de vista a sus hijos, mientras cantan y juegan con otros niños durante un taller que trata de aliviar el trauma generado por el tsunami que devastó las orillas del estrecho de la Sonda en Indonesia.
Para los educadores que animan este programa en una sala de fútbol reconvertida en centro de evacuación en la localidad de Labuan, la idea es sencilla: el juego debe permitir a los niños olvidar durante un tiempo lo que vivieron este fin de semana, cuando una ola gigante cruzó el estrecho que separa las islas de Java y Sumatra.
Según los expertos, la tragedia siguió a una erupción moderada del Anak Krakatoa, “hijo” del legendario volcán Krakatoa, que provocó un hundimiento submarino de una parte del volcán y el desplazamiento de masas de agua.
El último balance hasta la fecha da cuenta de 430 muertos, 1.495 heridos y 159 desaparecidos.
Octavia, de 30 años, junto con su marido, su bebé y dos hijos de tres y cinco años se salvaron. Pero perdieron casi todos sus bienes.
“Mi casa fue arrasada por las olas”, explica a la AFP Octavia, sentada sobre una lona. Detrás de ella, la ropa se está secando. “Sólo pude guardar algunos bienes. El resto desapareció”, destaca.
– Afectados psicológicamente –
En otros centros de evacuación, se distribuyen hojas a los niños para que dibujen, así como peluches y juguetes.
En todos lados, los voluntarios de las asociaciones de ayuda están atentos a los signos de trauma vinculados con el tsunami, como la pérdida de apetito o las dificultades para dormir.
“Hay muchos niños afectados psicológicamente”, observó Dina Amanah Tayusani, de la asociación Anak Banten.
“Algunos perdieron a sus padres. Muchos perdieron su casa, sus cosas”, añade.
Los médicos lamentan la falta de medicamentos y de reservas de agua potable y temen una crisis sanitaria.
Cerca de 22.000 personas han sido desplazadas, y los niños son claramente las personas más vulnerables, explica Michel Rooijackers, de la organización Yayasan Sayangi Tunas Cilik, uno de los socios de la asociación Save The Children en Indonesia.
Además de la acogida y la distribución de kits de higiene, esta asociación creó espacios para ayudar a los niños en apuros.
“La situación en los refugios temporales está mejorando pero aún no es óptima”, explica Rooijackers.
“Es muy útil. Mis hijos pueden conocer a otros niños y así no se aburren”, explica Octavia. “Mi hijo me dijo: ‘Mamá, ahora estamos de vacaciones’. Me puse a llorar porque en realidad, sufrimos mucho”, comenta.