Provistos de una tablet por la que circulan miles de datos captados a tiempo real, los trabajadores de Bowery Farming se dedican, en un local gigantesco, a cultivar vegetales y hierbas aromáticas.

Creada en 2015, la empresa con sede en Kearny, a pocos kilómetros de Nueva York, se ha sumado con éxito al sector en plena expansión de las granjas verticales, que se basan en las nuevas tecnologías para abastecer de productos frescos durante todo el año a poblaciones urbanas en pleno crecimiento.

Antes de lanzarse a las verduras, el cofundador de Bowery, Irving Fain, gestionaba una compañía especializada en el análisis de datos para programas de fidelidad.

“Siempre he creído en la capacidad de la tecnología, no solamente para resolver temas complicados, sino también para resolver problemas importantes”, señala Fain, para quien su proyecto está relacionado con el consumo excesivo de agua y de pesticidas en agricultura, y con la necesidad de nutrir a un planeta cada vez más poblado.

Bowery contrata a más programadores que agrónomos y, gracias a sus algoritmos, asegura, la empresa es 100 veces mas productiva por metro cuadrado que un terreno agrícola tradicional, y además utiliza 95% menos de agua. 

– La factura de electricidad –

Las granjas verticales existen desde hace tiempo, sobre todo en Japón, pero estos últimos años se han beneficiado de importantes avances tecnológicos, como las luces led, cuya mejora ha permitido reducir considerablemente la factura de electricidad.  

Para poder ofrecer grandes cantidades a precios accesibles, Bowery se apoya también en los avances de la robótica, de la visión o la inteligencia artificial. Combinando todos estos descubrimientos “se redefine verdaderamente lo que va a ser la agricultura del siglo que viene y después”, opina Fain.

El empresario cuenta además con el respaldo de las acaudaladas estrellas del sector tecnológico: Bowery Farming ya ha recaudado más de 120 millones de dólares sobre todo de Google Ventures y del director ejecutivo de Uber, Dara Khosrowshahi.

Entretanto, proyectos similares se multiplican en todo el país.

Desde Silicon Valley, Plenty consiguió más de 200 millones de dólares de, entre otros, el fondo japonés Softbank y Jeff Bezos, fundador de Amazon y hombre más rico del mundo, y Crop One está planeando construir en Dubai una granja vertical de 40 millones de dólares.

– Las raíces crecen en el vacío –

En Newark, Nueva Jersey, AeroFarms gestiona la granja vertical más grande del mundo. Fundada en 2004, la empresa está considerada pionera del sector y, aunque no desvela sus cifras, asegura que actualmente obtiene beneficios tras haber estado cosechando pérdidas durante varios años.

La compañía decidió desarrollar completamente sus propias tecnologías que hoy exporta por todo el mundo, con proyectos en China, Oriente Medio y Europa del Norte, según su cofundador Marc Oshima.

En el almacén, construido en una antigua fábrica de acero en una superficie de 6.500 metros cuadrados y 12 metros de altura, se alinean siete enormes filas de estanterías metálicas con cajones negros con brotes de lechuga y de kale sobre una tela blanca. 

Sus raíces crecen en el vacío vaporizadas intermitentemente por soluciones nutritivas y las hojas se desarrollan bajo luces de neón, mayormente blancas, aunque Aerofarm está probando otras combinaciones de colores, siempre con el objetivo de encontrar el algoritmo óptimo para cada planta.

Tras muchos proyectos fracasados, las granjas verticales tienen que demostrar su rentabilidad para poder ir más allá de un simple fenómeno de moda.

“Las mayores granjas verticales están teniendo problemas para ser rentables porque los gastos de inversión son muy elevados desde el principio”, explica Henry Gordon-Smith, de la consultoría Agritecture. 

Estas compañías no son rentables hasta pasados seis o siete años, o tres o cuatro en el caso de los proyectos más pequeños, y los empresarios se centran en los jóvenes urbanos que ya han sido sensibilizados al cambio climático y a la importancia de una alimentación sana.

– La ensalada no es suficiente –

Sin embargo, “las granjas verticales no son LA solución para la seguridad alimentaria”, reconoce Henry Gordon-Smith, aunque “es una de las soluciones posibles”. 

Los críticos reprochan a las granjas verticales el impacto medioambiental de su consumo de energía, por las luces y la ventilación, pero los defensores aseguran que se compensa por la poca utilización de agua, la ubicación próxima a los consumidores y la ausencia de pesticidas.

Otro tema de debate: “No alimentamos al planeta con ensalada”, indica Paul Gauthier, investigador en ciencias vegetales de la prestigiosa universidad estadounidense de Princeton.

Según Gauthier, es esencial seguir investigando para que sea rentable la producción en granjas verticales de alimentos más nutritivos y así poder hacer llegar, a corto plazo, productos frescos a las zonas donde hace falta, y a largo plazo alimentar a un planeta cada vez más poblado y afectado por el cambio climático.