SpaceX lanzó este sábado su nueva cápsula Crew Dragon al espacio, en la primera fase de una misión de prueba crucial para el retorno de los vuelos tripulados desde territorio estadounidense, ocho años después de la retirada de las naves espaciales de la Nasa.
Un cohete Falcon 9 de la empresa fundada por Elon Musk despegó sin incidentes del centro espacial Kennedy, iluminando Cabo Cañaveral con el fuego de sus nueve motores.
La primera y segunda etapa se separaron sucesivamente sin incidentes, colocando a Dragon y a su pasajero, un maniquí llamado Ripley, en órbita terrestre unos 11 minutos después del despegue, en dirección de la Estación Espacial Internacional (ISS), un éxito que provocó escenas de júbilo en la sede de SpaceX en Los Ángeles y también en el centro Kennedy.
“Estoy un poco agotado emocionalmente, porque eso fue muy estresante, pero ha funcionado bien hasta ahora”, dijo una hora más tarde Musk en una conferencia de prensa a pocos kilómetros de la plataforma de lanzamiento.
“Hemos pasado 17 años para llegar a este punto, todavía no hemos lanzado a nadie pero lo haremos, espero que este año”, agregó.
La misión de prueba, que se realiza con tres años de retraso respecto al calendario inicial, replica las condiciones reales del próximo vuelo de prueba que llevará dos astronautas a bordo. La fecha oficial es julio pero podría también postergarse.
Los próximo pasos cruciales serán el acoplamiento de la Crew Dragon a la ISS, el domingo a las 11H05 GMT, y el reingreso en la atmósfera terrestre el viernes.
Los ingenieros de SpaceX y de la Nasa quieren tener garantías de que el vehículo es fiable y seguro para los humanos, y también verificar que los cuatro paracaídas, probados ya varias veces, amortiguarán su caída en el Atlántico.
Los sensores que lleva incorporados Ripley, el maniquí bautizado como la heroína de los filmes de “Alien”, medirán las fuerzas a las que estarán sometidos los futuros pasajeros.
Pero el comienzo exitoso de la misión fue evidentemente tranquilizador.
En la rueda de prensa, Musk se dirigió a los dos astronautas que volarán en la Crew Dragon la próxima vez para preguntarles: “¿Creen que es un buen vehículo?”, a lo que ambos asintieron con la cabeza.
“Ver un éxito como este nos da confianza para el futuro”, dijo uno de ellos, Bob Behnken.
Además, la empresa logró por 35ª vez recuperar la primera etapa del cohete, que regresó sin problemas hasta una plataforma autónoma en el Atlántico, a 500 km de la costa.
– Boeing, la otra cápsula –
“Este día representa una nueva era de vuelos espaciales”, sostuvo el director de la NASA, Jim Bridenstine, quien lo ve como el primer paso en la “privatización” de la órbita terrestre baja.
Ahora, insistió, la Nasa dejó de arruinarse construyendo naves o lanzadores y compra un servicio, reduciendo así sus costos de acceso a la ISS y pudiendo centrarse cada vez más en el regreso a la Luna en la próxima década.
Desde 2010, la Nasa otorgó más de 3.000 millones de dólares de contratos a SpaceX para desarrollar este servicio, y 4.800 millones de dólares al grupo Boeing. Cada una de las compañías deberá realizar seis viajes de ida y vuelta a la Estación Espacial, sin contar las pruebas.
Desde 2014, SpaceX ocupa la mítica plataforma de despegue 39A, de donde partieron las misiones Apolo hacia la Luna.
Desde 2011, el único transportista hacia la ISS es la agencia espacial rusa, y los astronautas estadounidenses deben viajar a bordo de las naves Soyuz, tras haber aprendido ruso y haberse entrenado en Rusia.
Para SpaceX, que se encarga del reabastecimiento de la ISS desde 2012, lograr poner astronautas en órbita sería todo un logro, tras haber conquistado el mercado de lanzamiento de satélites privados.
Pero por precaución, en caso de que ni SpaceX ni Boeing estuvieran listos antes de fin de año, la Nasa compró dos asientos adicionales en las Soyuz para asegurarse el acceso a la ISS hasta 2020.