AFP – El papa Francisco emprende el domingo su cuarto viaje del año para visitar Bulgaria y Macedonia, que formaron parte del bloque comunista, para confirmar su voluntad de diálogo con los ortodoxos y mostrar su cercanía a la minoría católica.
Después de sus viajes a Panamá en enero, Emiratos Árabes Unidos en febrero y Marruecos en marzo, el Papa visita Bulgaria y Macedonia, del 5 al 7 de mayo, en el año de su papado con más viajes internacionales.
En Bulgaria, Francisco visitará además de Sofía, la capital, la ciudad de Rakovski, que cuenta con el mayor número de católicos del país, ya que la mayoría es ortodoxa.
Cerca de 44.000 búlgaros se declaran católicos, buena parte de ellos de rito bizantino, sobre una población de 7 millones de habitantes.
En Macedonia del Norte, la antigua república yugoslava, con 2,1 millones de habitantes y 20.000 católicos, el pontífice visitará solo la capital, Skopie, la ciudad natal de madre Teresa de Calcuta, canonizada en septiembre de 2016.
Además de visitar “las periferias” del mundo católico, el papa argentino quiere tender puentes con la Iglesia ortodoxa, una de las prioridades de su pontificado.
Un deseo complicado después de que la Iglesia ortodoxa búlgara vetara la participación de sacerdotes ortodoxos en “la oración por la paz” programada por el papa para el lunes en una plaza pública de Sofía.
– No a celebraciones ecuménicas –
Ese tipo de celebraciones entre confesiones no son apreciadas por las autoridades ortodoxas del país, por lo que el Vaticano tuvo que cambiar la cita del lunes por una “reunión” por la paz.
También se negaron a participar oficialmente el domingo en el servicio religioso, oraciones o liturgias conjuntas con el papa Francisco durante su paso por la catedral patriarcal de San Alejandro Nevski.
La Iglesia búlgara precisó que ofrece su completa hospitalidad a Francisco, pero que sus normas prohíben cualquier tipo de ceremonia ecuménica. La institución tampoco participa en la comisión oficial de diálogo teológico con los católicos romanos.
Marcada por 45 años de ateísmo oficial bajo el comunismo, la Iglesia búlgara comienza a emerger, aunque algunos prelados todavía ven a los católicos como peligrosos proselitistas.
En febrero del 2016, un abrazo entre el papa Francisco y el patriarca ruso Kiril rompió con mil años de enemistad entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa rusa.
El histórico encuentro entre ambos líderes espirituales tuvo lugar en el aeropuerto de La Habana, con el presidente Raúl Castro como testigo, y representó un primer paso hacia la unidad de los cristianos.
En realidad una gota de agua en una historia milenaria marcada por cismas, sangrientas guerras de religión y odios obstinados.
Ese complejo acercamiento está afectado también por la fuerte descristianización de Europa, así como por las persecuciones y ataques terroristas que no distinguen entre católicos, ortodoxos y protestantes.
– “Las periferias” –
Búlgaros y macedonios esperan con una mezcla de curiosidad e incredulidad la llegada del papa latinoamericano, quien defiende una Iglesia menos centrada en sí misma y dispuesta a salir a las periferias tanto geográficas como espirituales.
Fiel a ese principio, Francisco ha visitado en Europa a los dos únicos países musulmanes del continente, Albania (en septiembre de 2001) y Bosnia y Herzegovina (en junio de 2015), lo que no deja de irritar a países sumamente católicos como Francia y España a los que aún no ha incluido en la lista.
En Bulgaria, país visitado por Juan Pablo II en 2002, el lema del viaje papal es “Paz en la Tierra” y se inspira en la célebre encíclica del papa Juan XXIII, quien fue nuncio en ese país.
El paso de un pontífice por Bulgaria despierta en muchos los recuerdos sobre la llamada “pista búlgara”, es decir la conexión de ese país con el atentado que casi le cuesta la vida a Juan Pablo II en 1981, lo que nunca fue demostrado.
Francisco tiene programado también la visita a un campamento de refugiados en Sofía, un gesto que podría molestar a la opinión pública búlgara y a la Iglesia ortodoxa, contrarios a la acogida de inmigrantes que el papa argentino defiende sin descanso.
Las autoridades búlgaras levantaron en 2014 una valla de tres metros de altura a lo largo de 33 kilómetros en la frontera con Turquía con el fin de frenar el flujo de migrantes y refugiados por la frontera oriental de Europa.