Debieron pasar 17 años para que una comunidad negra y pobre del Pacífico colombiano pudiera comenzar a despedir de sus muertos más recordados, unas 79 víctimas, incluidos 45 niños.
Un cilindro bomba impactó la iglesia donde se refugiaban de los combates efectuados en mayo de 2002.
La entonces guerrilla de las FARC la hizo volar en medio de un enfrentamiento con paramilitares de ultraderecha.
Los deudos de las víctimas de Bojayá, un municipio en el departamento de Chocó, recibieron los restos para, por fin, ofrendar el último adiós conforme sus costumbres africanas y católicas, con ocho días de ritos que culminará con un entierro colectivo el 18 de noviembre.