Son 471, un récord de peregrinos cubanos a una Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Muchos hicieron de tripas corazón para sufragar el reencuentro con el papa Francisco en Panamá y pedirle que ore por su isla.
“Tuvimos que costearnos el viaje, cosa bien difícil porque el salario no da para eso”, declaró a la AFP Ramón Elejalde, un afrocubano de 44 años, que trabaja como torcedor de habanos en una fábrica estatal.
Entonces, “tuve que pedir préstamos”, añadió Elejalde, que realizó el fin de semana una vigilia junto a un centenar de jóvenes con vistas a la JMJ en la Iglesia del Santo Ángel Custodio, en La Habana.
Los gastos de estancia, boleto, seguro médico y alimentación suman unos 680 dólares. Parece barato, pero equivalen a 22,6 salarios medios en Cuba.
“Más del 60% de la delegación se ha autofinanciado su viaje y estancia en Panamá”, sede del encuentro del 22 al 27 de enero, señaló el sacerdote Jorge Luis Pérez Soto (37), asesor de la Pastoral Juvenil de la Arquidiócesis de La Habana.
Todos nacieron y viven en un país socialista, que por 30 años (1961-1992) propugnó el ateísmo y que solo en 2019 será constitucionalmente laico, pese a que el 85% de la población profesa creencias básicamente sincréticas, y mezcla el cristianismo con cultos africanos.
– Iglesia “pobre” –
En 1961 el gobierno de Fidel Castro nacionalizó la enseñanza y la Iglesia católica perdió su sostén económico. Desde entonces se define como “pobre”.
“Un gran por ciento de jóvenes han sido subsidiados por otras Iglesias hermanas”, como la de Estados Unidos e instituciones católicas internacionales, añadió Pérez.
Las relaciones Iglesia-Estado fueron ondulantes en los 60 años de revolución, con períodos de frontal enfrentamiento, como en la década de 1960, y otros de cohabitación. La visita del Papa Juan Pablo II en 1998 y el fin del ateísmo abrieron una convivencia no exenta de diferencias.
En la discusión popular sobre la nueva Constitución, que irá a referendo en febrero, los obispos rechazaron el matrimonio igualitario y lamentaron “la ausencia del reconocimiento a la diversidad de opinión política”.
Cuba participó por primera vez en una JMJ en Buenos Aires, en 1987. La suma de todos sus participantes desde entonces, incluyendo los 200 que fueron a Toronto (Canadá) en 2002, es menor que la delegación actual.
Además de la cercanía con Panamá, “toda la serie de cambios económicos que se han ido produciendo (en Cuba), la apertura a la iniciativa privada (…) permite a las familias poder sufragar los gastos”, explicó Pérez.
“Tuve que sacrificarme mucho y limitarme de muchas cosas para reunir este dinero, pero también me ayudaron mis padres, mi familia desde el exterior”, dijo Brayan Gavilán (24), empleado de un almacén estatal y camarero en un restaurante privado.
– “Mucho por hacer aquí” –
Francisco visitó Cuba en 2015 y pidió a los jóvenes que no perdieran su capacidad de soñar. Leonardo Fernández, a nombre de los jóvenes, le solicitó entonces “algo especial”.
“Que renueve en nosotros la esperanza de que se puede crecer, estudiar, trabajar, caminar y ser feliz en esta compleja realidad que nos tocó vivir”.
María de la Caridad Santos (23) estudia lengua francesa y es una de las que necesitó que se le cubrieran los gastos.
“Para mí los cambios son lentos” pero “no me quiero ir de Cuba. Me hace ilusión ir (a Panamá) como cubana, con mi bandera (…) porque forma parte de mi identidad”, cuenta.
En la isla viven 11,2 millones de cubanos, y fuera, sobre todo en Estados Unidos, otros dos millones. Muchos universitarios emigran por falta de oportunidades, lo que constituye una sangría económica en la segunda población más envejecida de América Latina, después de Uruguay.
Para el estudiante de Humanidades y trabajador episcopal Roberto Rasúa (25), los llamados del papa y Fernández están vigentes.
“Creo que es fundamental que un joven cubano opte por nuestra realidad, sea difícil, sea complicada, es nuestra realidad”, señala. “Me queda mucho por hacer aquí”.
En la vigilia participó una treintena de angoleños, de los 210 que viajarán a Panamá y utilizarán a Cuba como puente. Un grupo de jóvenes rusos pernocta en La Habana con el mismo fin.
“Cuba, por su posición geográfica, tiene una vocación de buscar la unidad”, dice Pérez.