El interés de los chinos por el durián fomenta la deforestación en Malasia, donde una parte de la jungla peligra por las plantaciones de esta fruta pestilente.

El durián puede llegar a pesar tres kilos y crece en el sureste asiático. Hay quien lo considera “el rey de las frutas” por su textura cremosa y su intenso aroma, bastante parecido al del queso azul.

Muchos no soportan su olor y lo comparan con el de las alcantarillas o el vómito.

Algunos hoteles de la región impiden a los clientes tener durianes en las habitaciones, y en Singapur esta fruta de forma alargada está prohibida en el metro.

Los chinos sin embargo la aprecian.

Para responder a la demanda, los cultivadores de Malasia abandonan los huertos para dedicarse a grandes plantaciones de durianes, una práctica que favorece la deforestación, ya de por sí masiva a causa del cultivo de la palma aceitera, según los ecologistas.

“Está habiendo deforestación para plantar durianes destinados a esta demanda”, confirma Sophine Tann, de la asociación PEKA.

En el distrito forestal de Raub, en el centro de Malasia, parte de la selva tropical se taló para hacer sitio a las plantaciones de durianes protegidas con redes.

Una de ellas bordea una reserva forestal muy rica en fauna, sobre todo en monos y aves exóticas. Las aguas del río son turbias y están llenas de troncos y ramas dejadas tras la tala.

Ample Harvest Produce, la compañía que gestiona el proyecto, no ha respondido a las preguntas de la AFP. La asociación PEKA sostiene que la tala cuenta con luz verde de las autoridades locales.

– Enamorado de los durianes –

A unos 4.000 km de allí, Wang Tao, propietario de una tienda que vende durianes procedentes de Malasia, asegura que sus clientes “están enamorados” de ellos debido a su sabor.

Él importa la fruta congelada de Malasia y la sirve en recipientes de plástico o en dulces, helados o chips.

“Lo probé por primera vez cuando era niño” y con el tiempo te acaba gustando, declara Liu Zelun, un estudiante que acude a la tienda al menos una vez por semana. “Los durianes tailandeses tienen un sabor más fuerte pero te acabas cansando, de los que se compran aquí no”.

La variedad más buscada, “Musang King”, tiene una pulpa compacta y dorada. En Pekín se llega a pagar 800 yuanes (120 dólares, 105 euros) por cada uno.

– Exportación –

Los agricultores se dedican cada vez más a los durianes. Esto se debe en parte a la caída del precio mundial del aceite de palma por el aumento de la producción en el sureste asiático y la caída de la demanda en Europa.

El gobierno malasio fomenta el cultivo de los durianes.

La exportación de esta fruta a China se ha duplicado durante los primeros ocho meses de 2018 con relación al año anterior, hasta 7,4 millones de ringgits (1,8 millones de dólares), según el ministerio de Agricultura.

Malasia espera duplicar la producción de durianes antes de 2030, hasta las 443.000 toneladas.

El ministerio de Agricultura malasio asegura que el desarrollo de las plantaciones será progresivo y que “no se alienta la deforestación”. Pero los ecologistas son pesimistas.

El cultivo de durianes “trae todavía más deforestación y pérdida de biodiversidad “, estima la asociación Rimba, que alerta del riesgo de “destrucción del hábitat de muchas especies, como tigres, elefantes, primates o tucanes”.