A sus 62 años, la señora Carmen llevaba más de una década conviviendo con una tos persistente. Había acudido a varios médicos, quienes en distintas ocasiones le recetaron jarabes para la tos y antibióticos, pensando que se trataba de bronquitis pasajera. Sin embargo, la molestia nunca desaparecía.
Con el tiempo, la tos se acompañó de una sensación de falta de aire al subir las escaleras y una presión en el pecho que le impedía incluso conversar. No fue hasta que un neumólogo le realizó una espirometría que recibió un diagnóstico certero: padecía de Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC).
La historia de Carmen se repite con frecuencia en Panamá. Según la Organización Mundial de la Salud (OPS), la EPOC es la tercera causa de muerte en el mundo y la quinta en Panamá, cobrando cerca de 3 millones de vidas al año. Pese a ello, sigue siendo una patología poco conocida. Se calcula que entre el 80% y el 90% de los pacientes en el país no han sido diagnosticados, lo que significa que miles conviven con esta enfermedad sin recibir atención médica adecuada.
La EPOC se presenta como la combinación de bronquitis crónica y enfisema pulmonar.
En la bronquitis, los bronquios se inflaman y producen exceso de mucosidad, lo que dificulta la entrada de oxígeno. En el enfisema, los alvéolos se dañan de manera irreversible, limitando la capacidad de los pulmones para funcionar correctamente.
Síntomas y factores de riesgo
Los síntomas más frecuentes incluyen tos crónica, dificultad para respirar, fatiga, silbidos al respirar e infecciones respiratorias recurrentes. Estos signos suelen confundirse con problemas comunes, lo que retrasa aún más el diagnóstico.
Aunque el tabaquismo es el principal responsable, no es el único.

La EPOC también puede desarrollarse en personas expuestas al humo de leña para cocinar, al uso de vapeadores, al polvo y vapores químicos en entornos laborales o a la contaminación ambiental. También influyen factores genéticos y antecedentes de enfermedades respiratorias como el asma.
Es común que estos pacientes presenten un mayor riesgo de desencadenar una enfermedad cardiovascular, cáncer de pulmón, osteoporosis, depresión o ansiedad. Una sola exacerbación duplica el riesgo de infarto y puede mantener elevados los riesgos cardiopulmonares hasta por un año.
Diagnóstico y tratamiento
El diagnóstico temprano es vital. Los especialistas utilizan pruebas como la espirometría, radiografías o tomografías, análisis de sangre y la evaluación de gases arteriales.
Aunque la enfermedad no tiene cura, el paciente puede mejorar su calidad de vida si combina tratamientos médicos con cambios en su estilo de vida: dejar de fumar, vacunarse contra la influenza, realizar actividad física supervisada, asistir a programas de rehabilitación pulmonar y en casos avanzados, recurrir a oxigenoterapia.
Su tratamiento puede constar desde tratamientos convencionales como broncodilatadores de acción corta agonistas betas -2 (SABA), corticosteroides inhalados / beta agonista de acción prolongada (ICS + LABA), antagonista muscarínico de acción prolongada (LAMA), corticosteroides orales (OCS), corticosteroides sistémicos (SCS), o bien, actualmente pueden optar por otras opciones con mayor evidencia científica, como lo es la triple terapia, combinando fármacos LABA, LAMA y corticosteroides inhalados como tratamiento de mantenimiento a largo plazo, mejorando de esta manera la función pulmonar y reduciendo complicaciones de la EPOC.
La EPOC no solo afecta físicamente. También impacta en la salud emocional, pues limita las actividades cotidianas, disminuye la productividad y puede derivar en depresión o ansiedad. A nivel mundial, esta enfermedad genera más de 106 billones de dólares en costos sanitarios cada año y podría alcanzar los 4.3 billones para 2050.
Historias como la de Carmen muestran la urgencia de actuar. La prevención, el diagnóstico temprano y la innovación en tratamientos son claves para evitar que más panameños sufran en silencio las consecuencias de esta enfermedad.




