Un nuevo estudio científico propone que una erupción volcánica, ocurrida alrededor del año 1345, pudo desencadenar la cadena de eventos que originó la peste negra, la pandemia más letal de la historia. La investigación, desarrollada por especialistas de la Universidad de Cambridge y el Instituto Leibniz, combina datos climáticos, evidencia histórica y registros naturales para reconstruir cómo se activó este proceso que acabó con millones de vidas en Europa.

Según el análisis, la actividad volcánica liberó cenizas y gases que redujeron las temperaturas por varios años, dañando cosechas en la región mediterránea. Para evitar hambrunas, las ciudades-estado italianas recurrieron a nuevas rutas comerciales hacia el mar Negro.

Este reajuste comercial permitió garantizar el suministro de cereales, pero también abrió la puerta a la entrada de la bacteria Yersinia pestis, transportada por pulgas que viajaban en barcos cargados de grano.

La investigación señala que esta combinación de crisis climática, pérdidas agrícolas y expansión comercial formó una “tormenta perfecta” que facilitó la llegada y rápida propagación de la peste negra entre 1347 y 1353.

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Registros como los ‘anillos azules’ en árboles de los Pirineos, veranos fríos consecutivos y crónicas medievales confirman las anomalías climáticas que coincidieron con la erupción volcánica. Este episodio, concluyen los expertos, es un ejemplo temprano de cómo fenómenos globales pueden afectar sistemas sociales, económicos y sanitarios.

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